Sobre un rodete perforado magdaleniense de Llonín (Asturias)
Francisco Javier Fortea Pérez
Marcos de la Rasilla Vives
V. Rodríguez
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ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XX (Valencia, 1990)
J. FORTEA*, M. DE LA RASILLA* Y V. RODRÍGUEZ*
SOBRE UN RODETE PERFORADO MAGDALENIENSE
DE LLONÍN (ASTURIAS)
Con este trabajo, los firmantes quieren guardar la memoria de Enrique Pla Bailester, a quien uno de ellos tuvo el privilegio de conocer y deber.
Presentaremos un rodete perforado aparecido en 1989 durante las excavaciones y
estudio del arte parietal que los firmantes vienen realizando en la cueva de Llonín (Peñamellera Alta, Asturias). Procede del sector de excavación denominado Cono Anterior,
cuadro H-3, subcuadro 5, nivel X y coordenadas p: 182, f: 43 y 1: 54 cm. En descripción
abreviada, la cavidad consta de una galería superior que conecta por un lado, y a nivel
más bajo, con el vestíbulo o zona de antecueva iluminada. A su vez, el vestíbulo comunica por el lado opuesto con el interior de la cueva. Entre ellos existe un brusco y fuerte
desnivel rellenado por un potente cono de deyección, cuya constitución se debe a los materiales que fueron entrando desde el vestl'bulo. Para un mejor control de la dinámica
sedimentaria se han abierto los sectores de excavación denominados Galería, Vestíbulo,
Cono Anterior y Cono Posterior. Sedimentaria y culturalmente no hay inversión estratigráfica entre los depósitos del Vestfuulo y del Cono (lám. I, A y B).
I. - El rodete está realizado en una delgada placa de hueso extraída de una escápula y sus planos aparecen hoy ligeramente cóncavos en una cara y convexos en la otra.
Su grosor es de 1 mm. en las partes internas, y oscila entre 1 y 2 mm. en el borde. Los
diámetros mínimo y máximo son 51 y 53 mm. y está perforado en el centro (fig. 1 y
lám. II).
En la cara cóncava (A), tomando por centro a la perforación aparecen tres círculos
sucesivamente de mayor radio, que fueron grabados con trazo simple. Las repeticiones,
superposiciones y solapamientos entre los puntos de arranque y final de los trazos indican que se actuó por sectores de arco haciendo girar al rodete sobre su eje central. El
disco está cruzado por cinco radios que lo dividen en otros tantos sectores de círculo. Se• Opto. de Prehistoria y Arqueología, Facultad de Ceograña e Historia, Universidad de Oviedo. 33006 Oviedo.
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Fig. l.-Cueva de Llonín. Rodete perforado, caras A y B.
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RODETE PERFORADO MAGDALENIENSE
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gún la posición del útil grabador y el estado superficial de su diedro y punta, estos radios pueden ofrecer un surco ancho y neto, pese a lo somero, o una forma parecida al
trazo múltiple. Dos de estos sectores de círculo están a su vez atravesados ra dialmente
por 9 y 12/13 cortas líneas oblicuas y paralelas a trazo simple. Finalmente, y pese a lo
desgastado de la pieza, es bien patente el neto contorno denticulado que tuvo inicialmente. En el cuarto de arco superior derecho son visibles 12 muescas que individualizan 11 dentículos; en los cuartos inferiores derecho e izquierdo son, respectivamente, 5
y 5y4y 3.
En la cara convexa (B) aparece un círculo más o menos concéntrico grabado con
trazo simple doble, del cual parten hacia el borde exterior tres conjuntos de 6, 2 y 5 trazos aproximadamente radiales.
II. - Los elementos básicos de la decoración del rodete de Llonín son cuatro: radios,
círculos concéntricos, trazos cortos oblicuos en paralelo y dentículos en el borde; esto es,
el repertorio más característico de los más típicos rodetes pirenaicos y perigordinos. Sin
propósito de inventario y a título ilustrativo (1), la decoración radial aparece en ejemplares de Isturitz (Gran Sala y Sala St. Martín), La Madeleine, Le Portel o Gourdan.
Los círculos concéntricos se grabaron en rodetes de Mas d'Azil, lsturitz o St. Marcel.
Una variante asociativa de estos dos elementos es la que aparece en la cara B de nuestra pieza, en la que los trazos radiantes, salvo uno, se interrumpen al tocar el círculo.
El esquema recuerda al esteliforme o soliforme, que tantas cosas sugiriera a Piette, y
sus paralelos más estrechos están en Isturitz y sobre todo en Mas d'Azil (2).
Por lo que respecta a los trazos cortos, oblicuos y en paralelo, parece claro que son la
versión abreviada del signo aflecado sobre el que llamara la atención l . Barandiarán
(3). Versiones desarrolladas de este signo aparecen en espléndidos rodetes de Bruniquel
o Mas d'Azil y de forma más o menos abreviada en otros de Laugerie Basse, Gourdan o
Espalungue-Arudy. Finalmente, los dentículos del borde encontra.r ían ajustado paralelo
en dos fragmentos de rodete de Bruniquel y el acabado de mencionar de Mas d'Azil a
propósito de los trazos radiantes interrumpidos. La versión más delicada del borde denticulado la ofrece un tercer rodete casi completo de Bruniquel, también ya citado por la
posesión del signo aflecado. Sieveking (4) relaciona este modo de acondicionar los bordes con otro consistente en casi excindir en ellos un cordoncillo perimetral de cortos y
profundos ent alles (scalloped edge de la A.). Sin duda, su mejor detentador sería el rodete completo de Bruniquel, que asocia la cabeza de un íbice visto de perfil a una decoración radial. Todos estos elementos básicos pueden combinarse de múltiples modos,
dando lugar a variantes cuya cita sería muy tediosa. Dentro de la tipología de l. Barandiarán, el rodete de Llonín sería una combinación de los tipos II B, E y F y entre los rodetes de Mas d'Azil, dos ejemplares del tipo II F incorporan los elementos de II B y II E.
(1)
L. CAPITAN y O. PEYRONY: •La Maclaleine. Son gisement, son industrie, ses oeuvres d'art,. Publicationa de Y
lnstitut lnternatio-
nal d'Anthropologie, n.• 2, 1928.
Chr. ZERVOS: , L'art de l'époque do renne en Franceo. Parls, 1959.
M. CHOLLOT.VARAONAC: ..Musée des Antiquités Nationsles. CoUcetion Pictte: art mobilier préhilltoriqueo. Parla, 1964.
t. BARANDIARÁN: -.Rodetes paleoütic:os en hueso-. Ampuriaa, XXX. 1968, págs. 1-37.
A. SIEVElONG: •Paleolitbic decoraUd bone diacs•. 'llle Britbisb Museum Quaterly, XXXV, 1-'1, 1971, páp. 206-229.
(2) S!EVEKING: Op. tit. nota 1, lám. XXX, 25, 26 y 27.
(3) BARANDlARÁN: Op. tit. nota 1, pág. 19.
(4) SIEVEJONG: Op. tit. n ota l , pág. 212.
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El inventario de rodetes españoles era hasta ahora bien decepcionante. Barandiarán (5) citaba tres «muy dudosos» no perforados del Solutrense «medio» de Aitzbitarte
IV y otro pequeñísimo del Magdaleniense III de Bolinkoba. Un año después, ampliaba
la lista con la incorporación de una pieza no ósea procedente del Magdaleniense medio
de La Paloma (6), para finalmente dejar en lista a solamente dos piezas, las de Bolinkoba y La Paloma (7). Poco o nada tienen que ver estas piezas con el rodete de Llonín y
sus paralelos. Pero no ocurre lo mismo con el que apareciera en 1985 en La Viña (8). El
rodete de Llonín comparte con el de La Viña la decoración radial y el signo aflecado,
que aparecen en el segundo en versión desarrollada; éste también tiene muescas en los
bordes individualizando dentículos, pero el remate de su borde se elaboró aún más con
un cordoncillo perimetral de cortos entalles que relacionan de modo directo, técnica y
morfológicamente , a la pieza de La Viña con aquella de Bruniquel (y con otra de
Enlene: Clottes, comunicación personal), que sumaba al tema radial una cabeza de
íbice. Los rodetes de La Vlña y Llonín sólo difieren por la presencia en el primero de un
signo compuesto por una línea ondulada - sobre lo que también insistiera Barandiarán
(9) en lo referente a su posible correlación con el mismo signo del arte parietal-, y por
los círculos concéntricos del segundo. Pero, por lo demás, ambos son una misma cos a
técnica, tipológica y decorativamente, emparentable no con los rodetes pirenaico-perigordinos más simples, sino con los de una cierta complejidad. Son, finalmente, los únicos ejemplares hasta el momento aparecidos en la Cornisa Cantábrica que forman
parte de esa categoría sin reservas.
III.- En las dos monografías básicas que se han dedicado a los rodetes (10) se
abordan con pertinencia un gran número de aspectos. De entre ellos, trat aremos aquí
de dos muy clásicos: el cronológico y el espacial.
ID. l. - Barandiarán negó la divulgada idea de que los rodetes fueran un elemento
funerario. En cuanto a la cronología, los ejemplares de La Madeleine, Isturitz o Le Porte!, parecían tener unas mínimas garantías estratigráficas y cronológicas, pero el resto,
particularmente los de Mas d'Azil, se databan en el Magdaleniense medio por la aplicación de una receta. Concluía que los rodetes más característicos y de la zona «clásica»
del Paleolítico superior europeo pertenecían al Magdaleniense medio en su mayoría,
pero que los de áreas marginales podían desplazar sus límites cronológicos, como los
probaban los de Europa central y oriental. Pero también podía ser que se hubiera llegado a incluir en una misma categoría de rodetes a elementos que se les asemejaban
algo en lo formal, pero que funcionalmente podían divergir mucho (11).
(5) l. llARANDIARÁN: •El Paleomesolítico del Pirineo Occidental. Bases para una sistematización del instrumental óseo paleolftico•.
Universidad de Zaragoza, Zaragoza, 1967, pág. 338.
(6) BARANDIARÁN: Op. cit. nota l, pág. 36.
(7) l. BARANDIARÁN: •Arte mueble del Paleolítico cantábrico•. Universidad de Zaragoza, Zaragoza, 1973, pág. 333.
(8) J. FORTEA; M.' S. CORCHÓN; M. GONZÁLEZ MORALES; A. RODRíGUEZ ASENSIO; M. HOYOS; H. LAVJLLE; M. DUPRÉ y
J . FERNÁNDEZ.TRESGUERRES: .'I'ravaux ré<:ents dans les valléea du Nalón et du Sella (Asturies)•. En ·L'art des objcts au Palé·
olithique•. Foix-Le Mas d'Azil,1987, t. 1, 1990, págs. 219-246.
J. FORTEA: -Abrigo de La Vú!a. Iníonne de las campañas 1980.1986•. Excavaciones Arqueológicas en Asturias, n. 1, Oviedo,
1990, págs. 55-68.
(9) BARANDIARÁN: Op. cit. nota 1, pág. 34, nota 79.
(10) BARANDIARÁN: Op. cit. nota 1 y SffiVEKING: Op. cit. nota 1, puesto que aún no conocemos las de Bellier y Bel!ier et alii.
(11) BARANDIARÁN: Op. cit. nota 1, pág. 13, nota 30.
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Casi veinte años después volverían a señalarse las mismas cautelas (12). De los
aproximadamente 160 rodetes del gran S. W. francés, sólo 21 procedían del Périgord,
pero de ellos únicamente el de Le Placard y los tres de La Madeleine ofrecían algunas
garantías estratigráficas. Ambiente de inseguridad que no sólo rodeaba a los rodetes,
sino a buena parte de los materiales más clásicos. Afortunadamente, en sus excavaciones modernas apareció un fragmento de rodete en el nivel Magdaleniense rv; lo que le
llevó a afirmar en las conclusiones que tales elementos eran propios de ese Magdaleniense. Opinión que era matizada por Lorblanchet y Welte (13) atribuyendo al Magdaleniense superior el rodete aparecido en las viejas (1865) excavaciones de La Plantade.
Conviene, pues, que precisemos la posición cronoestratigráfica del rodete de Llonín.
Ya sabemos que apareció en el estrato X del Cono Anterior, cuya estratigrafia es la siguiente (lám. 1, B):
- Estratos I a V.· Sedimentación posterior al derrame horizontal de una placa raíz
estalagmítica que sella a la serie subyacente. El paquete 1 a V está fuertemente perturbado por la construcción de la escalera de bajada a la cueva y, en parte, se debe a sus
vertidos. Su valor cronoestratigráfico es nulo.
- Estrato VI: Placa estalagmítica que en su base engloba algún fragmento de cerámica prehistórica.
- Estrato VII: Cerámico. Pésima calidad de pastas; superficies lisas o con sencillos
temas lineales. Fragmentos de carbonatos de cobre y otros elementos r elacionados con
el aprovechamiento de las formas naturales de cobre que aparecen en los rellenos cársticos.
- Estrato VIII: Magdaleniense. Fragmento de arpón.
- Estrato IX: Magdaleniense. Varillas, azagayas, azagayas ahorquilladas, bases en
doble bisel, metapodio con una cabra completa finamente grabada, costilla de 113 x 45
mm. grabada por ambas caras con cabras en visión frontal o de perfil y temas abstractos muy elaborados; sin duda es una pieza de primerísima línea dentro del arte mueble
cantábrico.
- Estrato X: Magdaleniense. Grandes azagayas y varillas con temas fuertemente
incisos o acanalados, patillas de azagayas de base horquillada, rodete.
- Estrato XI: Solutrense superior.
Ya dijimos que la complejidad morfológica de la cueva impuso que la elección de los
sectores de excavación respondiera no tanto a su situación en las zonas potencialmente
más aptas para la habitación, como a la hipótesis de cómo pudo funcionar la dinámica
sedimentaria (la concentración al uso de los esfuerzos en una sóla zona puede dar una
imagen muy equivocada). Aunque la valoración de buena parte de los aspectos que
siguen corresponderá al Dr. Hoyos Gómez, un examen litoestratigráfico preliminar ha(12) J . M. BOUVlER: ·Baaes objetives de la chronologie de l'art mobilier en Gironde, Périgord ct Cbarente-. En •L'art des objeta auPa·
léolithique.. Foix-Le Mea d'Azil, 1987, t.. 1, 1990, págs. 65-76.
(13) M. LORBLANCBET y A. C. WELTE: .L'art mobilier paléolithique du Querey: chronologie et th~mea•. En .L'art dea objeta au Pa·
léolithique.. Foix·Le Maa d'Azil, 1987, t.. 1, 1990, págs. 31-64.
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sado en la composición, textura, fracción gruesa y coloración, contrastado con el material arqueológico aparecido, ya nos permite, tras cuatro campañas de excavación, correlacionar las unidades estratigráficas de los diferentes sectores. Pero provisionalmente,
pues queda aún por h acer un contraste con la caracterización del estrato Ill de la Galería, que afloró al finalizar la campaña de 1990.
En lo que ahora nos interesa, la secuencia excavada hasta el momento en la Galería
(con dos colas de arpón sin perforación y protuberancias bilaterales, lo que indica que
debieron ser de doble fila de dientes, en el conjunto Is-1 y un arpón unilateral de profusa decoración geométrica asociado a una espléndida azagaya ahorquillada en el estrato 11) se correlaciona en el Vestíbulo con la serie l s-1, 11 (con otro arpón del mismo
tipo). A su vez, la secuencia 11 y IIa-b del Vestíbulo se correlaciona con los estratos VIII
y IX del Cono Anterior. Así pues, el rodete de Llonín, asociado a grandes azagayas y patillas de otras ahorquillas, pertenecería a un horizonte que sería anterior a otro con un
elemento tan típico del arte mueble del Magdaleniense superior como la cabra, particularmente en su visión frontal (14), y verosímilmente arpones. Pero este último horizonte
sería también anterior a otros en los que seguirían presentes los arpones: estrato VIII
del Cono Anterior, II del Vestíbulo y la Galería y conjunto 1 superficial/1 de ésta y aquél.
Elevar estos datos a categoría general tendría el inconveniente de su inductivismo.
Llonín está al oriente, en el límite con Cantabria, pero otro yacimiento situado a unos
100 Km. al oeste en el centro de la región asturiana, La Viña, en nada desdice a la inducción de Llonín . En su estrato IV inf. (dat ado en el 13.360 ± 190 y el 13.300 ± 150
B.P.) apareció el rodete antes men cionado, al que igualmente se asocian azagayas ahorquilladas, pero también ejemplares de los más típicos contornos recortados, que se fabricaban en el yacimiento (15), y un pequeño fragmento proximal o distal de una varilla
con decoración excisa espiraliforme que se encontró en el relleno de una oquedad producida por la erosión del agua, que afectó intensamente al suelo del abrigo entre su última ocupación solutrense y primera magdaleniense.
'lbdos estos elementos aparecen en el estrato IV de La Viña, por lo común en su tercio inferior. La continuación de la serie sedimentaria del yacimiento se sigue mal porque mayoritariamente el estrato IV se corresponde con el suelo actual del abrigo. De
aquella continuación sólo quedan cuatro testigos adosados a la pared grabada y , en
planta, unos pocos cuadros en el Sector Occidental de excavación, bandas de cuadros 1 y
J , donde se conserva el estrato III que, a su vez, conecta con la serie del Testigo 1 hasta
los sedimentos holocenos.
Con el inicio del estrato 111 en la banda de cuadros J se evidencia una ordenación
del espacio del abrigo: el cuadro J -24 está ocupado por un hogar circular conformado
con cantos y un gran bloque. Fue al levantar este hogar y limpiar las tierras carbonosas
de debajo de las piedras cuando, a un lado y otro de la línea divisoria de 1-24 y H-24,
(14) BARANDIARÁN: Op. cit. nota 7.
M.• S. CORCHÓN: •El arte mueble paleolítico cantábrico: oontex!Q y análiais intemoo. Cent.ro de Investigación y Museo de Alta·
mira, n.' 16, Ministerio de Cultura, Madrid, 1986.
P. UTRILLA: .Baaes objetives de la c:hronologie de l'art mobüier pel&llithic¡uc sur la C6ta Cantabric¡ueo. En •L'art des objeta 811
Pal&llithic¡ueo. Foix·Le Maa d'A%il, 1987, L 1, 1990, págs. 87·Hl0.
(16) J . FORTEA: •Perfiles recortados del Nal6n medio (Asturiaa).. En •Home~e al Prof. Martln Almagro Baaeh·. Ministerio de Cu).
tura, Madrid, 1983, pága. 343·3~
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Fig. 2.-Abrigo d e La Vtña. Arponea y varillaa citadas en el texto.
apareció un arpón (¿protoarpón?) a techo del estrato IV: Para registrar mejor su posición en la serie, se continuó excavando al estrato rv; salvo en un bloque cúbico de 33 x
33 cm. a cuyo techo estaba el arpón y todo se dibujó y fotografió. Esta posición es clara:
justamente entre el extremo fin de IV y el comienzo de III; la decisión de a cuál de ios
dos es dificil, tanto por lo dicho como por la construcción del hogar, pero el examen de la
impronta dejada por el fuste al levantar el arpón nos indicó que éste se posó sobre el
estrato IV y, en cualquier caso, lo más importante es que esta pieza queda muy distanciada estratigráficamente de los elementos que, tanto en el Sector Occidental como en
el Central, son los reputados como más característicos del Magdaleniense IV. Aún faltándole todo el tercio basal, mide 14'2 cm., es de sección rectangular y tiene cuatro
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dientes rectilíneos poco separados del fuste en un lado y otro ancho diente todavía me~
nos destacado en el otro (fig. 2, n. 2 1) (16).
Ningún otro arpón apareció en lo que se conserva y se ha excavado del estrato III en
el Sector Occidental, pero su adscripción al Magdaleniense superior es incuestionable.
Sí aparecieron en él algunas varillas con relieve tuberculado, que hasta hace poco, y a
falta de otros elementos más diagnósticos, hubieran sido candidatas para reconocer un
Magdaleniense medio en otros yacimientos. En el Sector Central, el tercio distal de un
segundo arpón, de sección circular y pequeños dientes que casi no se separan de la lí~
nea exterior del fuste, apareció en el cuadro G-14, subcuadro 5 (fig. 2, n.º 3). Pero en la
primera capa de excavación, inmediatamente después de haber intentado eliminar el
revuelto superficial (17). La falta de una estratigrafia in situ que lo cubriera limita su
contextualización por arriba; por abajo se evidenció el estrato IV y, nuevamente, el contorno recortado de caballo del contiguo F-14, así como en D-13, subcuadro 2, una varilla
de sección ap,J anada y recortes laterales (fig. 2, n.º 4), aparecieron en contacto con el estrato V; del mismo contexto son los otros dos contornos recortados de E-14 y otra varilla
con recortes laterales de E-13, subcuadro 4, (fig. 2, n.º 2), procedentes del tercio inferior
del estrato IV. Es obvio que las únicas dos piezas claramente clasificables como arpones, tras once años de excavación, son los n. 2 1 y 3 de la fig. 2, aunque la morfología de
sus dientes señala diferencias con respecto a la más común en los contextos avanzados
del complejo de arpones. La n. 2 4 es sólo una varilla con recortes laterales y la n. 2 2 es
también otra varilla, pero los recortes penetran más hacia el interior configurando unos
a modo de dientes que no sobresalen del contorno exterior. Su mejor clasificación sería
la de varilla dentada, lo que no impediría su relación con lo que comúnmente se entiende en esa categoría ambigua y mal definida que es el protoarpón. En suma, todo parece indicar que un grupo magdaleniense portador de rodetes, contornos recortados y
varillas excisas, entre otros elementos a los que habría que añadir varillas recortadas y
dentadas, reocupó el abrigo tras la fuerte erosión (Lascaux-Angles) que dejó su superficie llena de canales de evacuación y agujeros de goteo. La nueva ocupación acabó por
rellenar las oquedades de la superficie y, afortunadamente, la disección fue facilitada
por el contraste entre el estrato V, compacto, carbonatado y amarillo y el rv, friable,
crioturbado y rojo por la amplia utilización que del ocre rojo hacían los nuevos ocupantes. Y no deja de llamar la atención que en La Viña, así como en Llonín o Las Caldas,
falte ese horizonte complejo y confuso que se denomina Magdaleniense inferior cantábrico.
A reservas de la información de Las Caldas, este prolijo relatorio de bases estratigráficas tiene por finalidad señalar que, según el contraste entre La Viña y Llonín, podría definirse un horizonte caracterizado, entre otros elementos de un rico arte mueble
en el que ocuparían un lugar destacado las plaquetas grabadas, por contornos recortados, rodetes, varillas excisas y azagayas ahorquilladas. A éste sucedería otro horizonte
en el que continuarían las ahorquilladas en asociación ahora con arpones ya formaliza-
(16) FORTEA: Op. cit. nota 8, fig. 7.
(17) FORTEA: Op. cit. nota 15, pág. 350, adeuda.
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dos: Uonín, Tito Bustillo, Las Caldas, etc. Quedaría por precisar si los arpones pudieron «ensayarse» en el horizonte anterior: la hasta ahora escasa superficie excavada en
Llonín no asocia su rodete a varillas dentadas o a ensayos poco formalizados de arpón;
los datos de La Vtña (18) señalan que los comienzos en ella de aquel horizonte poseían
piezas como las de los números 2 y 4 de la figura 2 y que totalmente al final, según la
crítica posición en el depósito gravitacional que lo alojaba, aparecerían otras como la n. 2
1 de la misma figura. Pero aún más, si tamaño, sección y forma de los dientes la ca.lificarían como «arcaizante•), igual que a otras de Ermittia o Las Caldas (19), hay que señalar que todas ellas son bilaterales, lo que cuestionaría esa secuencia de proto-unilateral-bilateral que esquemática y caricaturizadamente se asimila con Magdaleniense IV,
V y VI. Y ello porque, si bien el intento de Breuil de perfilar en sus Subdivisions unos
claros criterios clasificatorios desde una perspectiva evolutiva inevitablemente abocaba
a esa secuencia, no es menos cierto que en aquel texto también se decía que en su comienzo los arpones podían ser uni o bilaterales y que en la posterior fase unilateral
también podían aparecer piezas con dos hileras de dientes. Es obvio que hoy nadie debería aceptar aquella secuencia unilineal y menos todavía que se invirtieran casi dos
mil años en cumplir sucesivamente sus tres etapas, cuya lógica puede ser clasificatoria,
e incluso evolutiva, pero no histórica. De lo que se trata aquí es de intentar acotar la
posición cronológica de los comienzos del complejo de arpones, cuyos primeros representantes tes timonian soluciones poco formalizadas morfológica y funcionalmente (y en
«formalizadas,. también hay mucho de lógica evolutiva, porque, al menos desde un
plano teórico, no sería incongruente pensar en la coexistencia de «protoarpones» y arpones ya formalizados). Estas cuestiones y el desarrollo post erior del complejo han sido
tratadas con pertinencia por González Sáinz (20).
Por otra parte, aquel ambiente cronológico para las azagayas ahorquilladas confirma el expuesto por Barandiarán (21), Moure (22) y el conciliador de Corchón (23). En
cualquier caso, que los arpones aparecieran dentro del mundo de las ahorquilladas bien
lo prueban los dos arpones con base ahorquillada de La Madeleine (24) y otras piezas
de Gourdan. No deja de ser significativo que ese tipo de enmangue se haya querido reconocer, aunque quizá con poca carga de prueba, precisamente en el «protoarpón)) bilateral de Ermittia (25). La horquilla fue un tan lógico como ineficaz sistema de enmangue hembra (26) (y podría hipotetizarse que en cierta medida también macho, pues
para su mejor ensamblaje debería realizarse un recorte en V hacia el centro de la arista
biselada del fuste, que acomodaría mejor el ángulo entrante dejado en el fuste a causa
(18) J . FORTEA: •El Magdalcniense medio en Asturias, Cantabria y País V8JJCO>. En oLe Magda.l énien en Europe•. ActeA du Colloque
de Maycnce, 1987. ERAULT, n.' SS, Li~ge. 1989, págs. 419-437.
(19) M.' S . CORCHÓN: •La Cueva de Las Cald8JJ (Priorio, Oviedo). Investigaciones efectuad8JJ entre J 980 y 1986•. Excava ciones Arqueol6giC8JJ en Aaturi8JJ, o.• 1, Oviedo, 1990, págs. 37·54, lig. 3.
(20) C. GONZÁLEZ SÁINZ: .El Magdal.e nieMe Superior-Final de la región can!Abrica.. Univensidad de Cantabria, Santander, 1989.
(21) BARANDIARÁN: Op. cit. nota 5.
(22) A. MOURE: •Excavaciones en la cueva de "Tito Bustillo" (Asturias). Campalla.s de 1972 y 197<1~. lMtituto de Esturuos Asturianos,
Oviedo, 1975.
(23) M.' S . CORCHÓN: -La uagaya de b8Jie ahorquillada en elldagdalenienae can!Abrico: Tipología y encuadre cronológico-. En .Homcn* al
Martín Almagro BIIJJCh•. Ministerio de Cultura, Madrid, 1983, págs. 219-230.
(24) CAPITAN y PEYRONY: Op. cit nou 1, lig. 16.
(25) GONZÁLEZ SÁINZ: Op. cit. nota 20, pág. liS.
(26) E . PASSEMARD: -La caveme d'lsturib en Pays Basqueo. Préhistoire. 9, 1944.
Pror.
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del modo de esculpir las patillas), pero la fragilidad del sistema queda probada por las
numerosas patillas y azagayas siempre rotas por el mismo punto. Quizá en la idea de
arpón y su sistema macho de enmangue esté el acontecimiento técnico mayor que,
unido a un cada vez más generalizado aprovechamiento de los recursos piscícolas, garantizaría el porvenir de los arpones. A partir de entonces el problema estaba en idear
al arpón hembra para solucionar los problemas del macho.
Estas bases estratigráficas no tienen más valor que el de la constatación inductiva
de unos hechos; de ahí su fragilidad sujeta en cualquier momento a evidencia contraria.
Que sea desde Asturias desde donde, hoy por hoy, se dibuje mejor ese panorama, particularmente en lo que se refiere a su horizonte inicial, es el resultado del carácter azaroso (en realidad, no azaroso) de nuestro cuerpo de datos. Pero ese panorama no se
opondría, o al menos tendría genéricamente algún punto en común con el de los Pirineos, donde a un Magdaleniense medio típico se superpone el complejo de arpones. Y,
más concretamente, se ha señalado la carencia de Magdaleniense V en su región central o su precariedad (Duruthy e Isturitz) en la occidental; incluso se ha llegado a afirmar que el Magdaleniense V pirenaico es un mito, pues ninguno de sus habitats responde a los criterios establecidos por Breuil, y que sería mejor hablar de Magdaleniense medio y superior (o reciente) y abandonar la equívoca precisión de la terminología de
Breuil (27). Pero una diferencia en el panorama la marcan hoy las azagayas ahorquilladas, relativamente abundantes en los Pirineos, pero por lo común con la carencia de suficientes garantías estratigráficas, salvo las que aparecieron en un contexto calificado
de Magdaleniense medio en la Galería del Sílex de Mas d'Azil (excavaciones M. y St.
Just Péquart) o en Isturitz (excavaciones St. Périer) (28), asociadas aquí con arpones
uni o bilaterales; las más recientes excavaciones de Duruthy o Enlene no han proporcionado azagayas ahorquilladas en los contextos típicos del Magdaleniense medio.
III.2. - Sievek:ing (29) señaló que las muescas adyacentes formando dentículos más
o menos anchos en los bordes (y el asociado y más complejo scal!oped edge) era una
forma de acondicionar los bordes con distribución local, pues sólo aparecía en Bruniquel
y Mas d'Azil. En los mismos rodetes de ambos yacimientos aparecía también el signo
aflecado, si bien no era exclusivo de ellos. Lo que, unido a otros elementos comunes en
Périgord y Pirineos, le llevaba a considerar algún tipo de relación entre los dos yacimientos; o bien, que esos rodetes servirían para marcar los límites N. y S. de un desplazamiento estacional, lo que se complicaba con las distantes y hacía tiempo conocidas
analogías de Kesserloch en Suiza. Concluía en que había pruebas para aceptar un modelo de distribución de rodetes desde el Pirineo y La Dordoña hacia Europa central en
torno all3.000 B.P.
Bordes dentados, o dentados y entallados, caracterizan a los rodetes de La Viña y
Llonín, no faltándoles tampoco el signo aflecado ni otros temas que son también los
(27) J . CLOTTES: oLea civiliaations du Paléolithique supérieur dans les Pyrénéea•. En •La PréhiJLOire Fran~ae>, t. 1, 2, París, 1976,
páp. 1.214-1.231.
J . CLOTTES: •Le Magdalénien des Pyrinéeao. En •Le Magdalénien en Europeo. Actea du Colloquc de M01yence, 1987. ERAULT,
n. 38, Liqe, 1989, págs. 281-360.
(28) R. SAIJIIT. PtruER: •Le grotte d'lsturiu,l y n.. Archi"es de l'lnatitut de Paléont.olosie Humainc, n.' 7 y 17, París, 1930 y 1936.
129> SIEVEKING: Op. dl. neta 1, pág. 212.
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RODETE PERFORADO MAGDALENIENSE
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más propios de los más característicos rodetes pirenaico-perigordinos. Ya se ha señalado que los ejemplares asturianos les son paralelos en forma, cronología y función (30),
que son los requisitos reconocidos como esenciales por la Etnología tras un largo debate
que no se aplicó con el mismo rigor en la Prehistoria; añadiríamos que también les son
paralelos en la elección del soporte (hioides para los contornos y escápula para los rodetes) y en las técnicas de recorte e incisión (casi excisión en el cordoncillo de fuertes entalles de las piezas de Bruniquel y La VIña). Pero no parece verosímil que su presencia
en Asturias deba explicarse apelando a un movimiento estacional directo desde los Pirineos. Voluntariamente nos remitimos a algo más genérico y, por ello, de menor particularismo explicativo: a la existencia de un tejido social fuertemente entrelazado -y
tanto más porque sus mejores pruebas en el plano de la cultura material están muy al
occidente- que facilitaría la difusión entre territorios vecinos de objetos apreciados y,
verosímilmente, de adorno personal, que quizá estuvieran dotados de carga simbólica
en su decoración. Un uso prudente de la analogía etnográfica permitiría asumir que los
agregados de población paleolíticos, a quienes suponemos en buena medida móviles en
razón de su tipo de economía -aunque la movilidad es razón inversa de las posibilidades en la provisión y el almacenamiento (31}-, podrían poseer una elaborada red de intercambios. Con relación al Magdaleniense medio, una prueba sería ese conjunto de
piezas asturianas. Pero poco más podemos decir, porque sabemos muy poco, por no decir nada, del modelo de poblamiento y del papel que dentro de él jugarían los sitios de
agregación (32), en tanto que lugares de redistribución, cuyo concepto convendría matizar (33). Intentar caracterizar, siquiera someramente, el modelo de intercambios o
ahondar en lo que Conkey ha denominado geografía social se encontraría con los tres
inconvenientes que ha señalado esta autora: carencia de modelos propios suficientemente contrastados sobre la vida social de la humanidad paleolítica, fuertes penurias
metodológicas que relacionen los datos con los modelos y poca calidad en buena parte
de nuestros datos (34). En definitiva, todo reside en el concepto de tiempo q¡ue manejemos y, a reservas de un largo trabajo arqueológico por hacer, tendremos que seguir operando con aquel que une procesos, aunque no sepamos describirlos muy bien, y personas sociales, pero no acontecimientos y person as físicas. Por recordar veteranas
palabras que se han dicho desde la Historia y la Antropología.
(30) FORTEA: Op . cit. nota 15.
(3 1) A. TEST~ ·Lea cha.eaeura-eueilleun ou les origines des inégaliU!S». Mémoircs de la SocléUI d'Ethnographie, XXVl, Paria, 1982.
(32) M. CONKEY: -The ident.i6cation ofprehistoric h unter-gatherer aggrcgation sit.ea: the case of Allamira.. CulTellt Anlhropology, 21,
2, 1980, p~. 609-680.
P. C . BAHN: •lnter-site and inter-regionallinks during lhe Upper Palcolithic: 'I'bo Pyrenean evidenc:e•. Oxfo rd J oumal of Archacology, 1, 3, 1982, ~- 247·268.
(SS) CLOTTES: Op. cit. nota 27,1989.
(34) M. CONKEY: ·L'art mobilier et l'établiasement des géographies sociales•. En .L'arl des objeta au Paléolithique.• . Foil<·Le Mas
d'IWI, 1987, t. 2, 1990, ~- 167-172.
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J. FORTEA, M. DE LA RASILLA y V. RODRÍGUEZ.- Rodete perforado de Llonín
A) Cueva d e Llonín. Vista gen eral del Cono de Deyección en
1990, con s us sectores de excavación. Arriba, el sector Cono
Anterior; abl\jo, el sector Cono Posterior.
B) Cueva d e Lloni n . El sector Cono Anterior en 1989. Estrati·
grafía. El rodete es la mancha clara q u e se ve sobre el s ue lo
(nive l X) hacia la parte inferior de la fotografía.
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LÁM.I
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J . FORTEA, M. DE LA RASILLA y V. RODRÍGUEZ.- Rodete pe rforado de Llonin
A
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A y 8 ) Cueva de Llonín. Rodete perforado, earl\8 A y B.
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LÁM. ll
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ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XX (Valencia, 1990)
J. FORTEA*, M. DE LA RASILLA* Y V. RODRÍGUEZ*
SOBRE UN RODETE PERFORADO MAGDALENIENSE
DE LLONÍN (ASTURIAS)
Con este trabajo, los firmantes quieren guardar la memoria de Enrique Pla Bailester, a quien uno de ellos tuvo el privilegio de conocer y deber.
Presentaremos un rodete perforado aparecido en 1989 durante las excavaciones y
estudio del arte parietal que los firmantes vienen realizando en la cueva de Llonín (Peñamellera Alta, Asturias). Procede del sector de excavación denominado Cono Anterior,
cuadro H-3, subcuadro 5, nivel X y coordenadas p: 182, f: 43 y 1: 54 cm. En descripción
abreviada, la cavidad consta de una galería superior que conecta por un lado, y a nivel
más bajo, con el vestíbulo o zona de antecueva iluminada. A su vez, el vestíbulo comunica por el lado opuesto con el interior de la cueva. Entre ellos existe un brusco y fuerte
desnivel rellenado por un potente cono de deyección, cuya constitución se debe a los materiales que fueron entrando desde el vestl'bulo. Para un mejor control de la dinámica
sedimentaria se han abierto los sectores de excavación denominados Galería, Vestíbulo,
Cono Anterior y Cono Posterior. Sedimentaria y culturalmente no hay inversión estratigráfica entre los depósitos del Vestfuulo y del Cono (lám. I, A y B).
I. - El rodete está realizado en una delgada placa de hueso extraída de una escápula y sus planos aparecen hoy ligeramente cóncavos en una cara y convexos en la otra.
Su grosor es de 1 mm. en las partes internas, y oscila entre 1 y 2 mm. en el borde. Los
diámetros mínimo y máximo son 51 y 53 mm. y está perforado en el centro (fig. 1 y
lám. II).
En la cara cóncava (A), tomando por centro a la perforación aparecen tres círculos
sucesivamente de mayor radio, que fueron grabados con trazo simple. Las repeticiones,
superposiciones y solapamientos entre los puntos de arranque y final de los trazos indican que se actuó por sectores de arco haciendo girar al rodete sobre su eje central. El
disco está cruzado por cinco radios que lo dividen en otros tantos sectores de círculo. Se• Opto. de Prehistoria y Arqueología, Facultad de Ceograña e Historia, Universidad de Oviedo. 33006 Oviedo.
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J. FORTEA, M. DE LA RASILLA Y V. RODRÍGUEZ
2
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Fig. l.-Cueva de Llonín. Rodete perforado, caras A y B.
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RODETE PERFORADO MAGDALENIENSE
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gún la posición del útil grabador y el estado superficial de su diedro y punta, estos radios pueden ofrecer un surco ancho y neto, pese a lo somero, o una forma parecida al
trazo múltiple. Dos de estos sectores de círculo están a su vez atravesados ra dialmente
por 9 y 12/13 cortas líneas oblicuas y paralelas a trazo simple. Finalmente, y pese a lo
desgastado de la pieza, es bien patente el neto contorno denticulado que tuvo inicialmente. En el cuarto de arco superior derecho son visibles 12 muescas que individualizan 11 dentículos; en los cuartos inferiores derecho e izquierdo son, respectivamente, 5
y 5y4y 3.
En la cara convexa (B) aparece un círculo más o menos concéntrico grabado con
trazo simple doble, del cual parten hacia el borde exterior tres conjuntos de 6, 2 y 5 trazos aproximadamente radiales.
II. - Los elementos básicos de la decoración del rodete de Llonín son cuatro: radios,
círculos concéntricos, trazos cortos oblicuos en paralelo y dentículos en el borde; esto es,
el repertorio más característico de los más típicos rodetes pirenaicos y perigordinos. Sin
propósito de inventario y a título ilustrativo (1), la decoración radial aparece en ejemplares de Isturitz (Gran Sala y Sala St. Martín), La Madeleine, Le Portel o Gourdan.
Los círculos concéntricos se grabaron en rodetes de Mas d'Azil, lsturitz o St. Marcel.
Una variante asociativa de estos dos elementos es la que aparece en la cara B de nuestra pieza, en la que los trazos radiantes, salvo uno, se interrumpen al tocar el círculo.
El esquema recuerda al esteliforme o soliforme, que tantas cosas sugiriera a Piette, y
sus paralelos más estrechos están en Isturitz y sobre todo en Mas d'Azil (2).
Por lo que respecta a los trazos cortos, oblicuos y en paralelo, parece claro que son la
versión abreviada del signo aflecado sobre el que llamara la atención l . Barandiarán
(3). Versiones desarrolladas de este signo aparecen en espléndidos rodetes de Bruniquel
o Mas d'Azil y de forma más o menos abreviada en otros de Laugerie Basse, Gourdan o
Espalungue-Arudy. Finalmente, los dentículos del borde encontra.r ían ajustado paralelo
en dos fragmentos de rodete de Bruniquel y el acabado de mencionar de Mas d'Azil a
propósito de los trazos radiantes interrumpidos. La versión más delicada del borde denticulado la ofrece un tercer rodete casi completo de Bruniquel, también ya citado por la
posesión del signo aflecado. Sieveking (4) relaciona este modo de acondicionar los bordes con otro consistente en casi excindir en ellos un cordoncillo perimetral de cortos y
profundos ent alles (scalloped edge de la A.). Sin duda, su mejor detentador sería el rodete completo de Bruniquel, que asocia la cabeza de un íbice visto de perfil a una decoración radial. Todos estos elementos básicos pueden combinarse de múltiples modos,
dando lugar a variantes cuya cita sería muy tediosa. Dentro de la tipología de l. Barandiarán, el rodete de Llonín sería una combinación de los tipos II B, E y F y entre los rodetes de Mas d'Azil, dos ejemplares del tipo II F incorporan los elementos de II B y II E.
(1)
L. CAPITAN y O. PEYRONY: •La Maclaleine. Son gisement, son industrie, ses oeuvres d'art,. Publicationa de Y
lnstitut lnternatio-
nal d'Anthropologie, n.• 2, 1928.
Chr. ZERVOS: , L'art de l'époque do renne en Franceo. Parls, 1959.
M. CHOLLOT.VARAONAC: ..Musée des Antiquités Nationsles. CoUcetion Pictte: art mobilier préhilltoriqueo. Parla, 1964.
t. BARANDIARÁN: -.Rodetes paleoütic:os en hueso-. Ampuriaa, XXX. 1968, págs. 1-37.
A. SIEVElONG: •Paleolitbic decoraUd bone diacs•. 'llle Britbisb Museum Quaterly, XXXV, 1-'1, 1971, páp. 206-229.
(2) S!EVEKING: Op. tit. nota 1, lám. XXX, 25, 26 y 27.
(3) BARANDlARÁN: Op. tit. nota 1, pág. 19.
(4) SIEVEJONG: Op. tit. n ota l , pág. 212.
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J. FORTEA, M. DE LA RASILLA Y V. RODRÍGUEZ
El inventario de rodetes españoles era hasta ahora bien decepcionante. Barandiarán (5) citaba tres «muy dudosos» no perforados del Solutrense «medio» de Aitzbitarte
IV y otro pequeñísimo del Magdaleniense III de Bolinkoba. Un año después, ampliaba
la lista con la incorporación de una pieza no ósea procedente del Magdaleniense medio
de La Paloma (6), para finalmente dejar en lista a solamente dos piezas, las de Bolinkoba y La Paloma (7). Poco o nada tienen que ver estas piezas con el rodete de Llonín y
sus paralelos. Pero no ocurre lo mismo con el que apareciera en 1985 en La Viña (8). El
rodete de Llonín comparte con el de La Viña la decoración radial y el signo aflecado,
que aparecen en el segundo en versión desarrollada; éste también tiene muescas en los
bordes individualizando dentículos, pero el remate de su borde se elaboró aún más con
un cordoncillo perimetral de cortos entalles que relacionan de modo directo, técnica y
morfológicamente , a la pieza de La Viña con aquella de Bruniquel (y con otra de
Enlene: Clottes, comunicación personal), que sumaba al tema radial una cabeza de
íbice. Los rodetes de La Vlña y Llonín sólo difieren por la presencia en el primero de un
signo compuesto por una línea ondulada - sobre lo que también insistiera Barandiarán
(9) en lo referente a su posible correlación con el mismo signo del arte parietal-, y por
los círculos concéntricos del segundo. Pero, por lo demás, ambos son una misma cos a
técnica, tipológica y decorativamente, emparentable no con los rodetes pirenaico-perigordinos más simples, sino con los de una cierta complejidad. Son, finalmente, los únicos ejemplares hasta el momento aparecidos en la Cornisa Cantábrica que forman
parte de esa categoría sin reservas.
III.- En las dos monografías básicas que se han dedicado a los rodetes (10) se
abordan con pertinencia un gran número de aspectos. De entre ellos, trat aremos aquí
de dos muy clásicos: el cronológico y el espacial.
ID. l. - Barandiarán negó la divulgada idea de que los rodetes fueran un elemento
funerario. En cuanto a la cronología, los ejemplares de La Madeleine, Isturitz o Le Porte!, parecían tener unas mínimas garantías estratigráficas y cronológicas, pero el resto,
particularmente los de Mas d'Azil, se databan en el Magdaleniense medio por la aplicación de una receta. Concluía que los rodetes más característicos y de la zona «clásica»
del Paleolítico superior europeo pertenecían al Magdaleniense medio en su mayoría,
pero que los de áreas marginales podían desplazar sus límites cronológicos, como los
probaban los de Europa central y oriental. Pero también podía ser que se hubiera llegado a incluir en una misma categoría de rodetes a elementos que se les asemejaban
algo en lo formal, pero que funcionalmente podían divergir mucho (11).
(5) l. llARANDIARÁN: •El Paleomesolítico del Pirineo Occidental. Bases para una sistematización del instrumental óseo paleolftico•.
Universidad de Zaragoza, Zaragoza, 1967, pág. 338.
(6) BARANDIARÁN: Op. cit. nota l, pág. 36.
(7) l. BARANDIARÁN: •Arte mueble del Paleolítico cantábrico•. Universidad de Zaragoza, Zaragoza, 1973, pág. 333.
(8) J. FORTEA; M.' S. CORCHÓN; M. GONZÁLEZ MORALES; A. RODRíGUEZ ASENSIO; M. HOYOS; H. LAVJLLE; M. DUPRÉ y
J . FERNÁNDEZ.TRESGUERRES: .'I'ravaux ré<:ents dans les valléea du Nalón et du Sella (Asturies)•. En ·L'art des objcts au Palé·
olithique•. Foix-Le Mas d'Azil,1987, t. 1, 1990, págs. 219-246.
J. FORTEA: -Abrigo de La Vú!a. Iníonne de las campañas 1980.1986•. Excavaciones Arqueológicas en Asturias, n. 1, Oviedo,
1990, págs. 55-68.
(9) BARANDIARÁN: Op. cit. nota 1, pág. 34, nota 79.
(10) BARANDIARÁN: Op. cit. nota 1 y SffiVEKING: Op. cit. nota 1, puesto que aún no conocemos las de Bellier y Bel!ier et alii.
(11) BARANDIARÁN: Op. cit. nota 1, pág. 13, nota 30.
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RODETE PERFORADO MAGDALENIENSE
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Casi veinte años después volverían a señalarse las mismas cautelas (12). De los
aproximadamente 160 rodetes del gran S. W. francés, sólo 21 procedían del Périgord,
pero de ellos únicamente el de Le Placard y los tres de La Madeleine ofrecían algunas
garantías estratigráficas. Ambiente de inseguridad que no sólo rodeaba a los rodetes,
sino a buena parte de los materiales más clásicos. Afortunadamente, en sus excavaciones modernas apareció un fragmento de rodete en el nivel Magdaleniense rv; lo que le
llevó a afirmar en las conclusiones que tales elementos eran propios de ese Magdaleniense. Opinión que era matizada por Lorblanchet y Welte (13) atribuyendo al Magdaleniense superior el rodete aparecido en las viejas (1865) excavaciones de La Plantade.
Conviene, pues, que precisemos la posición cronoestratigráfica del rodete de Llonín.
Ya sabemos que apareció en el estrato X del Cono Anterior, cuya estratigrafia es la siguiente (lám. 1, B):
- Estratos I a V.· Sedimentación posterior al derrame horizontal de una placa raíz
estalagmítica que sella a la serie subyacente. El paquete 1 a V está fuertemente perturbado por la construcción de la escalera de bajada a la cueva y, en parte, se debe a sus
vertidos. Su valor cronoestratigráfico es nulo.
- Estrato VI: Placa estalagmítica que en su base engloba algún fragmento de cerámica prehistórica.
- Estrato VII: Cerámico. Pésima calidad de pastas; superficies lisas o con sencillos
temas lineales. Fragmentos de carbonatos de cobre y otros elementos r elacionados con
el aprovechamiento de las formas naturales de cobre que aparecen en los rellenos cársticos.
- Estrato VIII: Magdaleniense. Fragmento de arpón.
- Estrato IX: Magdaleniense. Varillas, azagayas, azagayas ahorquilladas, bases en
doble bisel, metapodio con una cabra completa finamente grabada, costilla de 113 x 45
mm. grabada por ambas caras con cabras en visión frontal o de perfil y temas abstractos muy elaborados; sin duda es una pieza de primerísima línea dentro del arte mueble
cantábrico.
- Estrato X: Magdaleniense. Grandes azagayas y varillas con temas fuertemente
incisos o acanalados, patillas de azagayas de base horquillada, rodete.
- Estrato XI: Solutrense superior.
Ya dijimos que la complejidad morfológica de la cueva impuso que la elección de los
sectores de excavación respondiera no tanto a su situación en las zonas potencialmente
más aptas para la habitación, como a la hipótesis de cómo pudo funcionar la dinámica
sedimentaria (la concentración al uso de los esfuerzos en una sóla zona puede dar una
imagen muy equivocada). Aunque la valoración de buena parte de los aspectos que
siguen corresponderá al Dr. Hoyos Gómez, un examen litoestratigráfico preliminar ha(12) J . M. BOUVlER: ·Baaes objetives de la chronologie de l'art mobilier en Gironde, Périgord ct Cbarente-. En •L'art des objeta auPa·
léolithique.. Foix-Le Mea d'Azil, 1987, t.. 1, 1990, págs. 65-76.
(13) M. LORBLANCBET y A. C. WELTE: .L'art mobilier paléolithique du Querey: chronologie et th~mea•. En .L'art dea objeta au Pa·
léolithique.. Foix·Le Maa d'Azil, 1987, t.. 1, 1990, págs. 31-64.
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J. FORTEA, M. DE LA RASILLA Y V. RODRÍGUEZ
sado en la composición, textura, fracción gruesa y coloración, contrastado con el material arqueológico aparecido, ya nos permite, tras cuatro campañas de excavación, correlacionar las unidades estratigráficas de los diferentes sectores. Pero provisionalmente,
pues queda aún por h acer un contraste con la caracterización del estrato Ill de la Galería, que afloró al finalizar la campaña de 1990.
En lo que ahora nos interesa, la secuencia excavada hasta el momento en la Galería
(con dos colas de arpón sin perforación y protuberancias bilaterales, lo que indica que
debieron ser de doble fila de dientes, en el conjunto Is-1 y un arpón unilateral de profusa decoración geométrica asociado a una espléndida azagaya ahorquillada en el estrato 11) se correlaciona en el Vestíbulo con la serie l s-1, 11 (con otro arpón del mismo
tipo). A su vez, la secuencia 11 y IIa-b del Vestíbulo se correlaciona con los estratos VIII
y IX del Cono Anterior. Así pues, el rodete de Llonín, asociado a grandes azagayas y patillas de otras ahorquillas, pertenecería a un horizonte que sería anterior a otro con un
elemento tan típico del arte mueble del Magdaleniense superior como la cabra, particularmente en su visión frontal (14), y verosímilmente arpones. Pero este último horizonte
sería también anterior a otros en los que seguirían presentes los arpones: estrato VIII
del Cono Anterior, II del Vestíbulo y la Galería y conjunto 1 superficial/1 de ésta y aquél.
Elevar estos datos a categoría general tendría el inconveniente de su inductivismo.
Llonín está al oriente, en el límite con Cantabria, pero otro yacimiento situado a unos
100 Km. al oeste en el centro de la región asturiana, La Viña, en nada desdice a la inducción de Llonín . En su estrato IV inf. (dat ado en el 13.360 ± 190 y el 13.300 ± 150
B.P.) apareció el rodete antes men cionado, al que igualmente se asocian azagayas ahorquilladas, pero también ejemplares de los más típicos contornos recortados, que se fabricaban en el yacimiento (15), y un pequeño fragmento proximal o distal de una varilla
con decoración excisa espiraliforme que se encontró en el relleno de una oquedad producida por la erosión del agua, que afectó intensamente al suelo del abrigo entre su última ocupación solutrense y primera magdaleniense.
'lbdos estos elementos aparecen en el estrato IV de La Viña, por lo común en su tercio inferior. La continuación de la serie sedimentaria del yacimiento se sigue mal porque mayoritariamente el estrato IV se corresponde con el suelo actual del abrigo. De
aquella continuación sólo quedan cuatro testigos adosados a la pared grabada y , en
planta, unos pocos cuadros en el Sector Occidental de excavación, bandas de cuadros 1 y
J , donde se conserva el estrato III que, a su vez, conecta con la serie del Testigo 1 hasta
los sedimentos holocenos.
Con el inicio del estrato 111 en la banda de cuadros J se evidencia una ordenación
del espacio del abrigo: el cuadro J -24 está ocupado por un hogar circular conformado
con cantos y un gran bloque. Fue al levantar este hogar y limpiar las tierras carbonosas
de debajo de las piedras cuando, a un lado y otro de la línea divisoria de 1-24 y H-24,
(14) BARANDIARÁN: Op. cit. nota 7.
M.• S. CORCHÓN: •El arte mueble paleolítico cantábrico: oontex!Q y análiais intemoo. Cent.ro de Investigación y Museo de Alta·
mira, n.' 16, Ministerio de Cultura, Madrid, 1986.
P. UTRILLA: .Baaes objetives de la c:hronologie de l'art mobüier pel&llithic¡uc sur la C6ta Cantabric¡ueo. En •L'art des objeta 811
Pal&llithic¡ueo. Foix·Le Maa d'A%il, 1987, L 1, 1990, págs. 87·Hl0.
(16) J . FORTEA: •Perfiles recortados del Nal6n medio (Asturiaa).. En •Home~e al Prof. Martln Almagro Baaeh·. Ministerio de Cu).
tura, Madrid, 1983, pága. 343·3~
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RODETE PERFORADO MAGDALENIENSE
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Fig. 2.-Abrigo d e La Vtña. Arponea y varillaa citadas en el texto.
apareció un arpón (¿protoarpón?) a techo del estrato IV: Para registrar mejor su posición en la serie, se continuó excavando al estrato rv; salvo en un bloque cúbico de 33 x
33 cm. a cuyo techo estaba el arpón y todo se dibujó y fotografió. Esta posición es clara:
justamente entre el extremo fin de IV y el comienzo de III; la decisión de a cuál de ios
dos es dificil, tanto por lo dicho como por la construcción del hogar, pero el examen de la
impronta dejada por el fuste al levantar el arpón nos indicó que éste se posó sobre el
estrato IV y, en cualquier caso, lo más importante es que esta pieza queda muy distanciada estratigráficamente de los elementos que, tanto en el Sector Occidental como en
el Central, son los reputados como más característicos del Magdaleniense IV. Aún faltándole todo el tercio basal, mide 14'2 cm., es de sección rectangular y tiene cuatro
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J . FORTEA, M. DE LA RASILLA Y V. RODRÍGUEZ
dientes rectilíneos poco separados del fuste en un lado y otro ancho diente todavía me~
nos destacado en el otro (fig. 2, n. 2 1) (16).
Ningún otro arpón apareció en lo que se conserva y se ha excavado del estrato III en
el Sector Occidental, pero su adscripción al Magdaleniense superior es incuestionable.
Sí aparecieron en él algunas varillas con relieve tuberculado, que hasta hace poco, y a
falta de otros elementos más diagnósticos, hubieran sido candidatas para reconocer un
Magdaleniense medio en otros yacimientos. En el Sector Central, el tercio distal de un
segundo arpón, de sección circular y pequeños dientes que casi no se separan de la lí~
nea exterior del fuste, apareció en el cuadro G-14, subcuadro 5 (fig. 2, n.º 3). Pero en la
primera capa de excavación, inmediatamente después de haber intentado eliminar el
revuelto superficial (17). La falta de una estratigrafia in situ que lo cubriera limita su
contextualización por arriba; por abajo se evidenció el estrato IV y, nuevamente, el contorno recortado de caballo del contiguo F-14, así como en D-13, subcuadro 2, una varilla
de sección ap,J anada y recortes laterales (fig. 2, n.º 4), aparecieron en contacto con el estrato V; del mismo contexto son los otros dos contornos recortados de E-14 y otra varilla
con recortes laterales de E-13, subcuadro 4, (fig. 2, n.º 2), procedentes del tercio inferior
del estrato IV. Es obvio que las únicas dos piezas claramente clasificables como arpones, tras once años de excavación, son los n. 2 1 y 3 de la fig. 2, aunque la morfología de
sus dientes señala diferencias con respecto a la más común en los contextos avanzados
del complejo de arpones. La n. 2 4 es sólo una varilla con recortes laterales y la n. 2 2 es
también otra varilla, pero los recortes penetran más hacia el interior configurando unos
a modo de dientes que no sobresalen del contorno exterior. Su mejor clasificación sería
la de varilla dentada, lo que no impediría su relación con lo que comúnmente se entiende en esa categoría ambigua y mal definida que es el protoarpón. En suma, todo parece indicar que un grupo magdaleniense portador de rodetes, contornos recortados y
varillas excisas, entre otros elementos a los que habría que añadir varillas recortadas y
dentadas, reocupó el abrigo tras la fuerte erosión (Lascaux-Angles) que dejó su superficie llena de canales de evacuación y agujeros de goteo. La nueva ocupación acabó por
rellenar las oquedades de la superficie y, afortunadamente, la disección fue facilitada
por el contraste entre el estrato V, compacto, carbonatado y amarillo y el rv, friable,
crioturbado y rojo por la amplia utilización que del ocre rojo hacían los nuevos ocupantes. Y no deja de llamar la atención que en La Viña, así como en Llonín o Las Caldas,
falte ese horizonte complejo y confuso que se denomina Magdaleniense inferior cantábrico.
A reservas de la información de Las Caldas, este prolijo relatorio de bases estratigráficas tiene por finalidad señalar que, según el contraste entre La Viña y Llonín, podría definirse un horizonte caracterizado, entre otros elementos de un rico arte mueble
en el que ocuparían un lugar destacado las plaquetas grabadas, por contornos recortados, rodetes, varillas excisas y azagayas ahorquilladas. A éste sucedería otro horizonte
en el que continuarían las ahorquilladas en asociación ahora con arpones ya formaliza-
(16) FORTEA: Op. cit. nota 8, fig. 7.
(17) FORTEA: Op. cit. nota 15, pág. 350, adeuda.
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dos: Uonín, Tito Bustillo, Las Caldas, etc. Quedaría por precisar si los arpones pudieron «ensayarse» en el horizonte anterior: la hasta ahora escasa superficie excavada en
Llonín no asocia su rodete a varillas dentadas o a ensayos poco formalizados de arpón;
los datos de La Vtña (18) señalan que los comienzos en ella de aquel horizonte poseían
piezas como las de los números 2 y 4 de la figura 2 y que totalmente al final, según la
crítica posición en el depósito gravitacional que lo alojaba, aparecerían otras como la n. 2
1 de la misma figura. Pero aún más, si tamaño, sección y forma de los dientes la ca.lificarían como «arcaizante•), igual que a otras de Ermittia o Las Caldas (19), hay que señalar que todas ellas son bilaterales, lo que cuestionaría esa secuencia de proto-unilateral-bilateral que esquemática y caricaturizadamente se asimila con Magdaleniense IV,
V y VI. Y ello porque, si bien el intento de Breuil de perfilar en sus Subdivisions unos
claros criterios clasificatorios desde una perspectiva evolutiva inevitablemente abocaba
a esa secuencia, no es menos cierto que en aquel texto también se decía que en su comienzo los arpones podían ser uni o bilaterales y que en la posterior fase unilateral
también podían aparecer piezas con dos hileras de dientes. Es obvio que hoy nadie debería aceptar aquella secuencia unilineal y menos todavía que se invirtieran casi dos
mil años en cumplir sucesivamente sus tres etapas, cuya lógica puede ser clasificatoria,
e incluso evolutiva, pero no histórica. De lo que se trata aquí es de intentar acotar la
posición cronológica de los comienzos del complejo de arpones, cuyos primeros representantes tes timonian soluciones poco formalizadas morfológica y funcionalmente (y en
«formalizadas,. también hay mucho de lógica evolutiva, porque, al menos desde un
plano teórico, no sería incongruente pensar en la coexistencia de «protoarpones» y arpones ya formalizados). Estas cuestiones y el desarrollo post erior del complejo han sido
tratadas con pertinencia por González Sáinz (20).
Por otra parte, aquel ambiente cronológico para las azagayas ahorquilladas confirma el expuesto por Barandiarán (21), Moure (22) y el conciliador de Corchón (23). En
cualquier caso, que los arpones aparecieran dentro del mundo de las ahorquilladas bien
lo prueban los dos arpones con base ahorquillada de La Madeleine (24) y otras piezas
de Gourdan. No deja de ser significativo que ese tipo de enmangue se haya querido reconocer, aunque quizá con poca carga de prueba, precisamente en el «protoarpón)) bilateral de Ermittia (25). La horquilla fue un tan lógico como ineficaz sistema de enmangue hembra (26) (y podría hipotetizarse que en cierta medida también macho, pues
para su mejor ensamblaje debería realizarse un recorte en V hacia el centro de la arista
biselada del fuste, que acomodaría mejor el ángulo entrante dejado en el fuste a causa
(18) J . FORTEA: •El Magdalcniense medio en Asturias, Cantabria y País V8JJCO>. En oLe Magda.l énien en Europe•. ActeA du Colloque
de Maycnce, 1987. ERAULT, n.' SS, Li~ge. 1989, págs. 419-437.
(19) M.' S . CORCHÓN: •La Cueva de Las Cald8JJ (Priorio, Oviedo). Investigaciones efectuad8JJ entre J 980 y 1986•. Excava ciones Arqueol6giC8JJ en Aaturi8JJ, o.• 1, Oviedo, 1990, págs. 37·54, lig. 3.
(20) C. GONZÁLEZ SÁINZ: .El Magdal.e nieMe Superior-Final de la región can!Abrica.. Univensidad de Cantabria, Santander, 1989.
(21) BARANDIARÁN: Op. cit. nota 5.
(22) A. MOURE: •Excavaciones en la cueva de "Tito Bustillo" (Asturias). Campalla.s de 1972 y 197<1~. lMtituto de Esturuos Asturianos,
Oviedo, 1975.
(23) M.' S . CORCHÓN: -La uagaya de b8Jie ahorquillada en elldagdalenienae can!Abrico: Tipología y encuadre cronológico-. En .Homcn* al
Martín Almagro BIIJJCh•. Ministerio de Cultura, Madrid, 1983, págs. 219-230.
(24) CAPITAN y PEYRONY: Op. cit nou 1, lig. 16.
(25) GONZÁLEZ SÁINZ: Op. cit. nota 20, pág. liS.
(26) E . PASSEMARD: -La caveme d'lsturib en Pays Basqueo. Préhistoire. 9, 1944.
Pror.
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J. FORTEA, M. DE LA RASILLA Y V. RODRÍGUEZ
del modo de esculpir las patillas), pero la fragilidad del sistema queda probada por las
numerosas patillas y azagayas siempre rotas por el mismo punto. Quizá en la idea de
arpón y su sistema macho de enmangue esté el acontecimiento técnico mayor que,
unido a un cada vez más generalizado aprovechamiento de los recursos piscícolas, garantizaría el porvenir de los arpones. A partir de entonces el problema estaba en idear
al arpón hembra para solucionar los problemas del macho.
Estas bases estratigráficas no tienen más valor que el de la constatación inductiva
de unos hechos; de ahí su fragilidad sujeta en cualquier momento a evidencia contraria.
Que sea desde Asturias desde donde, hoy por hoy, se dibuje mejor ese panorama, particularmente en lo que se refiere a su horizonte inicial, es el resultado del carácter azaroso (en realidad, no azaroso) de nuestro cuerpo de datos. Pero ese panorama no se
opondría, o al menos tendría genéricamente algún punto en común con el de los Pirineos, donde a un Magdaleniense medio típico se superpone el complejo de arpones. Y,
más concretamente, se ha señalado la carencia de Magdaleniense V en su región central o su precariedad (Duruthy e Isturitz) en la occidental; incluso se ha llegado a afirmar que el Magdaleniense V pirenaico es un mito, pues ninguno de sus habitats responde a los criterios establecidos por Breuil, y que sería mejor hablar de Magdaleniense medio y superior (o reciente) y abandonar la equívoca precisión de la terminología de
Breuil (27). Pero una diferencia en el panorama la marcan hoy las azagayas ahorquilladas, relativamente abundantes en los Pirineos, pero por lo común con la carencia de suficientes garantías estratigráficas, salvo las que aparecieron en un contexto calificado
de Magdaleniense medio en la Galería del Sílex de Mas d'Azil (excavaciones M. y St.
Just Péquart) o en Isturitz (excavaciones St. Périer) (28), asociadas aquí con arpones
uni o bilaterales; las más recientes excavaciones de Duruthy o Enlene no han proporcionado azagayas ahorquilladas en los contextos típicos del Magdaleniense medio.
III.2. - Sievek:ing (29) señaló que las muescas adyacentes formando dentículos más
o menos anchos en los bordes (y el asociado y más complejo scal!oped edge) era una
forma de acondicionar los bordes con distribución local, pues sólo aparecía en Bruniquel
y Mas d'Azil. En los mismos rodetes de ambos yacimientos aparecía también el signo
aflecado, si bien no era exclusivo de ellos. Lo que, unido a otros elementos comunes en
Périgord y Pirineos, le llevaba a considerar algún tipo de relación entre los dos yacimientos; o bien, que esos rodetes servirían para marcar los límites N. y S. de un desplazamiento estacional, lo que se complicaba con las distantes y hacía tiempo conocidas
analogías de Kesserloch en Suiza. Concluía en que había pruebas para aceptar un modelo de distribución de rodetes desde el Pirineo y La Dordoña hacia Europa central en
torno all3.000 B.P.
Bordes dentados, o dentados y entallados, caracterizan a los rodetes de La Viña y
Llonín, no faltándoles tampoco el signo aflecado ni otros temas que son también los
(27) J . CLOTTES: oLea civiliaations du Paléolithique supérieur dans les Pyrénéea•. En •La PréhiJLOire Fran~ae>, t. 1, 2, París, 1976,
páp. 1.214-1.231.
J . CLOTTES: •Le Magdalénien des Pyrinéeao. En •Le Magdalénien en Europeo. Actea du Colloquc de M01yence, 1987. ERAULT,
n. 38, Liqe, 1989, págs. 281-360.
(28) R. SAIJIIT. PtruER: •Le grotte d'lsturiu,l y n.. Archi"es de l'lnatitut de Paléont.olosie Humainc, n.' 7 y 17, París, 1930 y 1936.
129> SIEVEKING: Op. dl. neta 1, pág. 212.
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más propios de los más característicos rodetes pirenaico-perigordinos. Ya se ha señalado que los ejemplares asturianos les son paralelos en forma, cronología y función (30),
que son los requisitos reconocidos como esenciales por la Etnología tras un largo debate
que no se aplicó con el mismo rigor en la Prehistoria; añadiríamos que también les son
paralelos en la elección del soporte (hioides para los contornos y escápula para los rodetes) y en las técnicas de recorte e incisión (casi excisión en el cordoncillo de fuertes entalles de las piezas de Bruniquel y La VIña). Pero no parece verosímil que su presencia
en Asturias deba explicarse apelando a un movimiento estacional directo desde los Pirineos. Voluntariamente nos remitimos a algo más genérico y, por ello, de menor particularismo explicativo: a la existencia de un tejido social fuertemente entrelazado -y
tanto más porque sus mejores pruebas en el plano de la cultura material están muy al
occidente- que facilitaría la difusión entre territorios vecinos de objetos apreciados y,
verosímilmente, de adorno personal, que quizá estuvieran dotados de carga simbólica
en su decoración. Un uso prudente de la analogía etnográfica permitiría asumir que los
agregados de población paleolíticos, a quienes suponemos en buena medida móviles en
razón de su tipo de economía -aunque la movilidad es razón inversa de las posibilidades en la provisión y el almacenamiento (31}-, podrían poseer una elaborada red de intercambios. Con relación al Magdaleniense medio, una prueba sería ese conjunto de
piezas asturianas. Pero poco más podemos decir, porque sabemos muy poco, por no decir nada, del modelo de poblamiento y del papel que dentro de él jugarían los sitios de
agregación (32), en tanto que lugares de redistribución, cuyo concepto convendría matizar (33). Intentar caracterizar, siquiera someramente, el modelo de intercambios o
ahondar en lo que Conkey ha denominado geografía social se encontraría con los tres
inconvenientes que ha señalado esta autora: carencia de modelos propios suficientemente contrastados sobre la vida social de la humanidad paleolítica, fuertes penurias
metodológicas que relacionen los datos con los modelos y poca calidad en buena parte
de nuestros datos (34). En definitiva, todo reside en el concepto de tiempo q¡ue manejemos y, a reservas de un largo trabajo arqueológico por hacer, tendremos que seguir operando con aquel que une procesos, aunque no sepamos describirlos muy bien, y personas sociales, pero no acontecimientos y person as físicas. Por recordar veteranas
palabras que se han dicho desde la Historia y la Antropología.
(30) FORTEA: Op . cit. nota 15.
(3 1) A. TEST~ ·Lea cha.eaeura-eueilleun ou les origines des inégaliU!S». Mémoircs de la SocléUI d'Ethnographie, XXVl, Paria, 1982.
(32) M. CONKEY: -The ident.i6cation ofprehistoric h unter-gatherer aggrcgation sit.ea: the case of Allamira.. CulTellt Anlhropology, 21,
2, 1980, p~. 609-680.
P. C . BAHN: •lnter-site and inter-regionallinks during lhe Upper Palcolithic: 'I'bo Pyrenean evidenc:e•. Oxfo rd J oumal of Archacology, 1, 3, 1982, ~- 247·268.
(SS) CLOTTES: Op. cit. nota 27,1989.
(34) M. CONKEY: ·L'art mobilier et l'établiasement des géographies sociales•. En .L'arl des objeta au Paléolithique.• . Foil<·Le Mas
d'IWI, 1987, t. 2, 1990, ~- 167-172.
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J. FORTEA, M. DE LA RASILLA y V. RODRÍGUEZ.- Rodete perforado de Llonín
A) Cueva d e Llonín. Vista gen eral del Cono de Deyección en
1990, con s us sectores de excavación. Arriba, el sector Cono
Anterior; abl\jo, el sector Cono Posterior.
B) Cueva d e Lloni n . El sector Cono Anterior en 1989. Estrati·
grafía. El rodete es la mancha clara q u e se ve sobre el s ue lo
(nive l X) hacia la parte inferior de la fotografía.
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J . FORTEA, M. DE LA RASILLA y V. RODRÍGUEZ.- Rodete pe rforado de Llonin
A
8
A y 8 ) Cueva de Llonín. Rodete perforado, earl\8 A y B.
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