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LA CULTURA DEL AGUA
JOSÉ LUIS JIMÉNEZ
Departament de Prehistòria i Arqueologia. Universitat de València
LA RECOGIDA Y EL ALMACENAMIENTO DE AGUAS
La civilización romana no podía ser una excepción a la hora de conceder una importancia vital a
la disponibilidad de un bien tan preciado como el agua. Hasta la puesta en funcionamiento de los
acueductos que en el caso de la ciudad de Roma se atestigua a partir del siglo IV a.C., los núcleos de
población se abastecían por medio de manantiales, pozos subterráneos y cisternas para recogida y
almacenamiento del agua de lluvia; procedimientos que siguieron vigentes incluso cuando a partir
de comienzos del siglo I los acueductos se instalaron definitivamente en el paisaje urbano.
La antigua Roma concedía una importancia singular a las fuentes naturales, imbuidas de un carácter sacralizante, al ser asociadas con las Ninfas, o en otros casos con las Náyades o las Musas. Un
buen ejemplo de este proceso lo constituye Valentia, donde ya en su primera fase republicana existía
un santuario relacionado con el agua. Localizado en el solar de l’Almoina, estaba dotado de un gran
pozo de 1,82 x 1,54 m, revestido con bloques escuadrados, así como de una piscina o depósito de 6,8
x 4,9 m. Sobre este conjunto republicano, se construyó un gran ninfeo bien entrado el siglo I y tiempo
después, en el siglo XI, se instaló una alberca monumental y, junto al antiguo pozo romano, se colocó
una gran noria. Edeta (Llíria, Valencia) proporciona otro interesante exponente de culto relacionado
con las aguas en este caso, merced a una inscripción que confirma la existencia de un templo dedicado a las Ninfas, templum Nympharum, en la fuente que suministraba el agua a la ciudad.
A partir de la baja época ibérica comienza a evidenciarse el empleo de cisternas rectangulares o
en forma de bañera para el almacenamiento de agua. El control militar romano a partir del 218 a.C.
no alterará esta situación, sino que mejorarán las técnicas constructivas de los aljibes. Así, no faltan
ejemplos de cisternas «a bagnarola», como la atestiguada en Sagunto, delante del templo capitolino,
que quedó amortizada hacia el año 100 a.C. A este tipo pertenece también la cisterna más antigua
documentada en la ciudad ibero-romana de Lucentum (Tossal de Manises, Alicante) con una cronología de finales del siglo III a.C. Precisamente, Lucentum constituye el mejor ejemplo de la importancia
que poseía un buen sistema de almacenamiento de agua cuando, según todos los indicios no dispuso de un acueducto, dificultad que se salvó con una red de cisternas de las que hasta el momento
se han documentado 17.
El foro de Saguntum en época imperial estaba dotado de una gran cisterna de dos naves y una longitud de unos 60 m que se extendía a lo largo de su lado meridional, por debajo del nivel de la plaza y
cumplía la función de recoger las aguas procedentes de las cubiertas de los pórticos del conjunto forense.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Reconstrucción del ninfeo de la Almoina, Valencia. [Archivo SIAM].
Valencia en su fase romano imperial contó con una gran fuente monumental situada en un punto privilegiado cerca
del cruce de las dos calles principales. Este monumento que debió incluir una gran fachada adornada con esculturas
es un buen exponente del nivel de desarrollo urbano que poseía la ciudad a finales del siglo I.
El empleo de norias para la obtención de agua ya está atestiguado en la cultura romana. Con este
procedimiento se abasteció uno de los inmuebles situados en el enclave romano de Baños de la
Reina que ocupa una franja litoral situada entre el casco urbano de Calpe (Alicante) y su puerto a los
pies del Peñón de Ifach. Este sistema hidraúlico fechado a comienzos del siglo I estaba compuesto
por una noria y cuatro grandes aljibes tallados en la roca y comunicados con tuberías de plomo. La
noria se abastecía de las filtraciones de una bolsa de agua situada bajo ella, que rezuma directamente
de la roca con un caudal aún hoy muy estable y con una potabilidad confirmada por análisis. En
cambio, otra vivienda contigua se abastecía a partir de pozos.
EL TRANSPORTE DE AGUA
La técnica constructiva de los acueductos sobre arquerías (arcuationes) tuvo su inicio en Roma con
la construcción en el 144 a.C. del Aqua Marcia. Sin embargo, hasta los comienzos del siglo I dicho procedimiento no alcanzaría su plena afirmación en la cultura del agua. Esta situación se evidencia en
tierras valencianas, donde se han documentado diversas conducciones, todas ellas de época imperial.
Saguntum dispuso de un acueducto que debía tomar las aguas de un punto no localizado del río
Palància. Los primeros restos se localizan en la partida de Figueroles, a 1,5 km al suroeste de la ciudad para a continuación adentrarse por el barrio de Las Balsas o «Clot del Moro», siendo muy probable que entre ambos trechos la conducción se elevase sobre arquerías; aunque resulta evidente que la
mayor parte del trazado se adaptaría a la configuración del terreno, como se observa en un tramo de
unos 350 m de longitud que discurre por encima de la carretera local Sagunto-Gilet. La traza del
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LA CULTURA DEL AGUA • JOSÉ LUIS JIMÉNEZ
Puente-acueducto sobre el barranco de la Cueva del Gato (Chelva-Calles, Valencia). Siglo I.
[Fot. Archivo SIP].
Este puente de tres arcos con una longitud de 36 m y una altura máxima rasante de 33 m
constituye la fábrica más espectacular del acueducto de Peña Cortada.
acueducto se pierde por el interior del casco urbano, aunque gracias al testimonio de Chabret, hace
poco más de un siglo podía seguirse por las calles Dos de Mayo, Acueducto y San Ramón.
Un claro exponente del elevado nivel de desarrollo alcanzado por Valentia, ya bien entrado el siglo I,
lo constituye el acueducto cuya fuente de suministro se situaba al oeste, en la actual zona de Manises y
Ribarroja. De esta conducción se han localizado tres tramos en diversos puntos de la calle Quart, que
han venido a sumarse al que ya se conocía cerca de la cárcel Modelo. Gracias a una inscripción se sabe
que este acueducto se adentraba en la ciudad por la llamada Porta Sucronensis, situada en la parte meridional, entre las actuales calles de Cabillers y Avellanes, donde con mucha probabilidad se emplazaría
el castellum divisorium para la distribución del agua por el interior de la ciudad.
El acueducto conocido como la Peña Cortada, que atraviesa varios municipios de la actual comarca de Los Serranos en Valencia, constituye el ejemplo más espectacular de construcción hidraúlica romana en tierras valencianas con sus más de 26 km de trazado discontínuo que median entre la
toma de aguas en Tuéjar hasta los últimos restos localizados en el término de Domeño. Su tramo inicial, comprendido entre las localidades de Tuéjar y Chelva, ha quedado perpetuado en la acequia
mayor de Chelva, lo que ha contribuido a mantener la memoria de la obra romana, a pesar de las sucesivas refacciones que han borrado su traza original. Este acueducto ofrece una cumplida muestra de los
recursos técnicos que estaban al alcance de los ingenieros romanos en materia de conducción de agua,
donde la mayor parte discurre en forma de canal tallado en la roca siguiendo una curva de nivel, salvo
cuando las exigencias del terreno obligaban a construir puentes de dimensiones acordes con el obstáculo a salvar y que en ocasiones revisten una gran espectacularidad, como el puente del Arco que salva
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
el barranco del Convento, objeto de varias refacciones o el puente
de la rambla de Alcotas que en la actualidad muestra el único arco
que ya señalara Cavanilles a finales del siglo XVIII, de los seis que
pudo contemplar Marés en 1681. Más imponente resulta el ejemplar que salva el barranco de la Cueva del Gato con sus tres arcos
y una altura máxima rasante que supera los 33 m. Una vez rebasado este puente, el canal gira bruscamente en dirección este para
seguir a través de un impresionante cortado, conocido como La
Serrada o Peña Cortada que da nombre al acueducto. A continuación se sucede una alternancia de tramos tallados en la roca, bien
a cielo abierto, bien en galería cubierta con la particularidad de
que cada vez que la conducción debía sortear un barranco lo realizaba por medio de un puente. La brusca interrupción de los últimos restos localizados en el término de Domeño y su acusada lejanía de los grandes centros urbanos como Edeta, Valentia o
Saguntum dejan abierta la cuestión de su destino final llegando a
preguntarse sí realmente llegó a prestar servicio. Una situación semejante se ha planteado recientemente en el acueducto de CellaAlbarracín con el que guarda estrechas concomitancias.
Roca tallada perteneciente al acueducto de
Peña Cortada (Los Serranos, Valencia). [Fot.
J. L. Jiménez].
Este corte en la roca de más de 20 m. de altura
da nombre al acueducto romano que tomaba
las aguas del actual río Tuéjar. Se conservan
tramos en una longitud de 27 km atravesando
los actuales términos de Tuéjar, Chelva, Calles
y Domeño. La cuestión de su destino final sigue siendo una incógnita.
Al margen de los ejemplos comentados de acueductos sobre arcuationes, podían darse otras soluciones como la posibilidad de canales de madera sostenidos mediante puntales también de madera formando una V invertida, circunstancia que
pudo darse en los acueductos I y II de Ribarroja.
Los establecimientos rurales también se beneficiaron de los
adelantos técnicos relacionados con las infraestructuras hidraúlicas, como puede apreciarse en la villa recientemente descubierta en L’Horta Vella (Bétera, Valencia).
LA DISTRIBUCIÓN URBANA
De acuerdo con las prescripciones vitruvianas el agua que llegaba a las ciudades debía distribuirse
atendiendo a tres grados de necesidad. En primer lugar, la destinada a uso doméstico (viviendas y
fuentes), a continuación, la reservada a los edificios públicos, sobre todo las termas y por último, la dedicada a las fuentes decorativas y juegos de agua; de manera que en caso de una pérdida de la cantidad aportada a raíz de una rotura o avería, las restricciones en el suministro comenzaban por los juegos de agua y fuentes decorativas, a continuación las termas y en último lugar el uso doméstico.
Las termas como expresión del ocio urbano había empezado a cobrar fuerza en la Península Itálica a partir del siglo II a.C., a la vez que se incorporaba a las nuevas fundaciones de colonias. En este
sentido, es muy revelador que Valentia ya contara con unas termas en su primera fase urbana con
unas características que concuerdan con los modelos itálicos en boga.
El nuevo régimen político representado por el Principado de Augusto significaría el espaldarazo
definitivo a la inclusión de los baños públicos en los programas monumentales urbanos: Este hecho
se hace patente, tanto en la propia Roma que a comienzos del siglo I ya contaba con 170 instalaciones
de este tipo, como en el gran número de ciudades repartidas por toda la geografía del Imperio, dotadas de más de un edificio para baños. Es el caso de Valentia en su fase imperial que dispuso de al
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menos dos conjuntos enclavados en sendas zonas escogidas en las inmediaciones de las puertas septentrional y meridional y en estrecha relación con el trazado de su calle más importante, el kardo maximus. Los restos de la primera construcción se localizaron entre la actual calle Cabillers y la plaza de
la Reina. Su edificación se remonta a la época del emperador Claudio, a mediados del siglo I y sería
desmantelado en las postrimerías de ese mismo siglo. Vestigios de otro edificio situado en la entrada
norte aparecieron en una excavación realizada recientemente en la calle Salvador. Su fecha de construcción se remonta al siglo II y debió permanecer en funcionamiento hasta la segunda mitad del siglo III. Otro ejemplo de gran interés lo constituye el caso de la ciudad ibero-romana de Lucentum
(Tossal de Manises, Alicante), donde a pesar de las limitaciones derivadas de la falta de un acueducto, dispuso de dos baños públicos; como también son dos los nuevos conjuntos termales descubiertos en Ilici con una clara disposición periférica.
Cisterna tipo de bañera, Tossal de
Manises, Alicante. [Fot. M. Olcina].
Depósito para almacenamiento de
agua situado junto a la torre VIII
del sistema defensivo de la ciudad
prerromana. Su cronología, finales
del siglo III a. C. y tipo constructivo
denotan una marcada influencia
cartaginesa de época bárquida.
Termas grandes y santuario de la Partida de
Mura (Lliria, Valencia).
[Fot. Museo Arqueológico de Llíria].
La civitas edetanorum,
municipio de derecho latino de época augustea,
cuenta con el conjunto
termal más importante de
las tierras valencianas.
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Villa romana de L´Horta Vella (Bétera, Valencia). Siglo II.
[Fot. Josep M. Burriel].
Estructuras correspondientes a la sala con piscina de agua
fría (frigidarium) de un complejo termal perteneciente a un
establecimiento privado rural. Conserva el muro más alto,
4,50 m. en edificios de este tipo en la Comunidad Valenciana. A la derecha se ilustran las letrinas con su sistema de
desagüe y la piscina de agua fría y el pavimento de ladrillo.
Atendiendo al grado de conservación de los restos, no cabe duda que el conjunto de mayor entidad
en tierras valencianas, se localiza en la Partida de Mura en la antigua Edeta (Llíria). Fruto de excavaciones recientes se ha recuperado un complejo constituido por un santuario dotado de un área religiosa
presidida por un templo y unas termas dobles que conservan el circuito de baño completo. Este conjunto podría tener un carácter medicinal y utilizaría el agua como elemento terapeútico, siendo traída
por un acueducto del que se conserva parte de su traza en uno de los extremos del complejo. La datación de esta gran obra en época flavia permite ponerla en relación con personajes locales muy influyentes y poderosos a nivel político y económico, como es el caso de M. Cornelius Nigrinus Curiatus Maternus, mencionado en una inscripción monumental conservada en una mínima parte. El ejemplo
edetano demuestra que las termas pasaron también a engrosar la nómina de edificios englobados en el
fenómeno del evergetismo, término empleado para las donaciones efectuadas por los miembros de las
capas sociales más influyentes con las que se ganaban la lealtad de sus súbditos al mismo tiempo que
elevaban su propio prestigio personal. Dentro de este mismo fenómeno hay que incluir la financiación
de la construcción de una de las termas de Lucentum por parte de M. Popilius Onyxs.
Una consecuencia lógica del enorme calado que tuvo la moda urbana del baño fue su extensión al
ámbito rural, como lo demuestra el elevado número de villas de recreo dotadas de instalaciones que
reflejaban a escala reducida los modelos urbanos. En este apartado cabría destacar las termas de los
Tunos en Requena y el reciente descubrimiento de un frigidarium (baño frío) en L’Horta Vella (Bétera)
con un muro de más de cuatro metros de altura que todavía conserva parte de la cubierta abovedada.
Las fuentes monumentales representaban otro signo de distinción en los paisajes urbanos, de ahí su
situación en puntos muy frecuentados como las calles más importantes, lo que fomentaba la estima de la
ciudadanía, a la vez que proporcionaba un sello de prestigio de cara al elemento foráneo. La Valentia imperial contó entre su programa monumental con una gran fuente, ninfeo, según la terminología de la
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LA CULTURA DEL AGUA • JOSÉ LUIS JIMÉNEZ
Termas de la muralla de Lucentum. Siglo I. [Fot. Archivo MARQ].
Son las mayores termas públicas de la ciudad con una superficie aproximada
de 340 m2. Se dejaron de utilizar en un momento indeterminado del siglo II.
época, situada al borde del kardo maximus casi en su intersección con el decumanus maximus y muy próxima al foro. Esta zona poseía un significado especial al haber albergado previamente un santuario dedicado al culto a las aguas en época republicana. La prueba más evidente de su importancia simbólica radica en que la construcción del ninfeo, a finales del siglo I, respetó la gran cisterna del área sacra
republicana llegando al extremo de hacer coincidir su línea de fachada meridional con la pared norte del
pozo republicano. El ninfeo es un gran edificio de planta cuadrangular, de 21 m de lado, dotado en su interior de un depósito de planta cuadrada de 8 m de lado y revestido con mortero hidraúlico. Dos pequeñas fuentes de escasa profundidad se adosan a la cara interna del muro norte del edificio, quedando adelantadas y alineadas con respecto al depósito central. El ninfeo se completaría con un alto muro
extendido a lo largo del lado meridional y del que no ha quedado rastro, aunque cabe suponer que estaría decorado con la típica sucesión de nichos. Numerosos fragmentos y placas de revestimiento de mármol aparecieron en un vertedero muy próximo de cronología tardorromana, donde también se recuperó
la mitad de un labrum tallado en Buixcarró con decoración floral en el borde interno. Esta fuente estaría
situada en la parte delantera del ninfeo, como se ha reconocido en otros ejemplos documentados.
Dos inscripciones se pueden asociar a este edificio. La primera es un ara recuperada en 1905 con
una dedicación a las ninfas por parte de Marco Valerio Munito como promesa, seguramente en agradecimiento por su salud. La segunda inscripción es una placa fragmentada de mármol blanco aparecida en la Almoina, formando parte del nivel de destrucción del ninfeo, frente a su fachada norte. La
placa estaba dedicada, con sus cargos y títulos honoríficos, al emperador Antonino Pío y debió estar
colocada en un lugar destacado de la fachada norte del ninfeo.
Finalmente, hay que mencionar el hallazgo muy reciente de otro ninfeo en un solar de la calle Sariers de Xátiva, cuyas características y dimensiones ponen de relieve la importancia que llegó a alcanzar el municipio romano de Saetabi.
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LA RECOGIDA Y EL ALMACENAMIENTO DE AGUAS
La civilización romana no podía ser una excepción a la hora de conceder una importancia vital a
la disponibilidad de un bien tan preciado como el agua. Hasta la puesta en funcionamiento de los
acueductos que en el caso de la ciudad de Roma se atestigua a partir del siglo IV a.C., los núcleos de
población se abastecían por medio de manantiales, pozos subterráneos y cisternas para recogida y
almacenamiento del agua de lluvia; procedimientos que siguieron vigentes incluso cuando a partir
de comienzos del siglo I los acueductos se instalaron definitivamente en el paisaje urbano.
La antigua Roma concedía una importancia singular a las fuentes naturales, imbuidas de un carácter sacralizante, al ser asociadas con las Ninfas, o en otros casos con las Náyades o las Musas. Un
buen ejemplo de este proceso lo constituye Valentia, donde ya en su primera fase republicana existía
un santuario relacionado con el agua. Localizado en el solar de l’Almoina, estaba dotado de un gran
pozo de 1,82 x 1,54 m, revestido con bloques escuadrados, así como de una piscina o depósito de 6,8
x 4,9 m. Sobre este conjunto republicano, se construyó un gran ninfeo bien entrado el siglo I y tiempo
después, en el siglo XI, se instaló una alberca monumental y, junto al antiguo pozo romano, se colocó
una gran noria. Edeta (Llíria, Valencia) proporciona otro interesante exponente de culto relacionado
con las aguas en este caso, merced a una inscripción que confirma la existencia de un templo dedicado a las Ninfas, templum Nympharum, en la fuente que suministraba el agua a la ciudad.
A partir de la baja época ibérica comienza a evidenciarse el empleo de cisternas rectangulares o
en forma de bañera para el almacenamiento de agua. El control militar romano a partir del 218 a.C.
no alterará esta situación, sino que mejorarán las técnicas constructivas de los aljibes. Así, no faltan
ejemplos de cisternas «a bagnarola», como la atestiguada en Sagunto, delante del templo capitolino,
que quedó amortizada hacia el año 100 a.C. A este tipo pertenece también la cisterna más antigua
documentada en la ciudad ibero-romana de Lucentum (Tossal de Manises, Alicante) con una cronología de finales del siglo III a.C. Precisamente, Lucentum constituye el mejor ejemplo de la importancia
que poseía un buen sistema de almacenamiento de agua cuando, según todos los indicios no dispuso de un acueducto, dificultad que se salvó con una red de cisternas de las que hasta el momento
se han documentado 17.
El foro de Saguntum en época imperial estaba dotado de una gran cisterna de dos naves y una longitud de unos 60 m que se extendía a lo largo de su lado meridional, por debajo del nivel de la plaza y
cumplía la función de recoger las aguas procedentes de las cubiertas de los pórticos del conjunto forense.
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Reconstrucción del ninfeo de la Almoina, Valencia. [Archivo SIAM].
Valencia en su fase romano imperial contó con una gran fuente monumental situada en un punto privilegiado cerca
del cruce de las dos calles principales. Este monumento que debió incluir una gran fachada adornada con esculturas
es un buen exponente del nivel de desarrollo urbano que poseía la ciudad a finales del siglo I.
El empleo de norias para la obtención de agua ya está atestiguado en la cultura romana. Con este
procedimiento se abasteció uno de los inmuebles situados en el enclave romano de Baños de la
Reina que ocupa una franja litoral situada entre el casco urbano de Calpe (Alicante) y su puerto a los
pies del Peñón de Ifach. Este sistema hidraúlico fechado a comienzos del siglo I estaba compuesto
por una noria y cuatro grandes aljibes tallados en la roca y comunicados con tuberías de plomo. La
noria se abastecía de las filtraciones de una bolsa de agua situada bajo ella, que rezuma directamente
de la roca con un caudal aún hoy muy estable y con una potabilidad confirmada por análisis. En
cambio, otra vivienda contigua se abastecía a partir de pozos.
EL TRANSPORTE DE AGUA
La técnica constructiva de los acueductos sobre arquerías (arcuationes) tuvo su inicio en Roma con
la construcción en el 144 a.C. del Aqua Marcia. Sin embargo, hasta los comienzos del siglo I dicho procedimiento no alcanzaría su plena afirmación en la cultura del agua. Esta situación se evidencia en
tierras valencianas, donde se han documentado diversas conducciones, todas ellas de época imperial.
Saguntum dispuso de un acueducto que debía tomar las aguas de un punto no localizado del río
Palància. Los primeros restos se localizan en la partida de Figueroles, a 1,5 km al suroeste de la ciudad para a continuación adentrarse por el barrio de Las Balsas o «Clot del Moro», siendo muy probable que entre ambos trechos la conducción se elevase sobre arquerías; aunque resulta evidente que la
mayor parte del trazado se adaptaría a la configuración del terreno, como se observa en un tramo de
unos 350 m de longitud que discurre por encima de la carretera local Sagunto-Gilet. La traza del
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Puente-acueducto sobre el barranco de la Cueva del Gato (Chelva-Calles, Valencia). Siglo I.
[Fot. Archivo SIP].
Este puente de tres arcos con una longitud de 36 m y una altura máxima rasante de 33 m
constituye la fábrica más espectacular del acueducto de Peña Cortada.
acueducto se pierde por el interior del casco urbano, aunque gracias al testimonio de Chabret, hace
poco más de un siglo podía seguirse por las calles Dos de Mayo, Acueducto y San Ramón.
Un claro exponente del elevado nivel de desarrollo alcanzado por Valentia, ya bien entrado el siglo I,
lo constituye el acueducto cuya fuente de suministro se situaba al oeste, en la actual zona de Manises y
Ribarroja. De esta conducción se han localizado tres tramos en diversos puntos de la calle Quart, que
han venido a sumarse al que ya se conocía cerca de la cárcel Modelo. Gracias a una inscripción se sabe
que este acueducto se adentraba en la ciudad por la llamada Porta Sucronensis, situada en la parte meridional, entre las actuales calles de Cabillers y Avellanes, donde con mucha probabilidad se emplazaría
el castellum divisorium para la distribución del agua por el interior de la ciudad.
El acueducto conocido como la Peña Cortada, que atraviesa varios municipios de la actual comarca de Los Serranos en Valencia, constituye el ejemplo más espectacular de construcción hidraúlica romana en tierras valencianas con sus más de 26 km de trazado discontínuo que median entre la
toma de aguas en Tuéjar hasta los últimos restos localizados en el término de Domeño. Su tramo inicial, comprendido entre las localidades de Tuéjar y Chelva, ha quedado perpetuado en la acequia
mayor de Chelva, lo que ha contribuido a mantener la memoria de la obra romana, a pesar de las sucesivas refacciones que han borrado su traza original. Este acueducto ofrece una cumplida muestra de los
recursos técnicos que estaban al alcance de los ingenieros romanos en materia de conducción de agua,
donde la mayor parte discurre en forma de canal tallado en la roca siguiendo una curva de nivel, salvo
cuando las exigencias del terreno obligaban a construir puentes de dimensiones acordes con el obstáculo a salvar y que en ocasiones revisten una gran espectacularidad, como el puente del Arco que salva
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el barranco del Convento, objeto de varias refacciones o el puente
de la rambla de Alcotas que en la actualidad muestra el único arco
que ya señalara Cavanilles a finales del siglo XVIII, de los seis que
pudo contemplar Marés en 1681. Más imponente resulta el ejemplar que salva el barranco de la Cueva del Gato con sus tres arcos
y una altura máxima rasante que supera los 33 m. Una vez rebasado este puente, el canal gira bruscamente en dirección este para
seguir a través de un impresionante cortado, conocido como La
Serrada o Peña Cortada que da nombre al acueducto. A continuación se sucede una alternancia de tramos tallados en la roca, bien
a cielo abierto, bien en galería cubierta con la particularidad de
que cada vez que la conducción debía sortear un barranco lo realizaba por medio de un puente. La brusca interrupción de los últimos restos localizados en el término de Domeño y su acusada lejanía de los grandes centros urbanos como Edeta, Valentia o
Saguntum dejan abierta la cuestión de su destino final llegando a
preguntarse sí realmente llegó a prestar servicio. Una situación semejante se ha planteado recientemente en el acueducto de CellaAlbarracín con el que guarda estrechas concomitancias.
Roca tallada perteneciente al acueducto de
Peña Cortada (Los Serranos, Valencia). [Fot.
J. L. Jiménez].
Este corte en la roca de más de 20 m. de altura
da nombre al acueducto romano que tomaba
las aguas del actual río Tuéjar. Se conservan
tramos en una longitud de 27 km atravesando
los actuales términos de Tuéjar, Chelva, Calles
y Domeño. La cuestión de su destino final sigue siendo una incógnita.
Al margen de los ejemplos comentados de acueductos sobre arcuationes, podían darse otras soluciones como la posibilidad de canales de madera sostenidos mediante puntales también de madera formando una V invertida, circunstancia que
pudo darse en los acueductos I y II de Ribarroja.
Los establecimientos rurales también se beneficiaron de los
adelantos técnicos relacionados con las infraestructuras hidraúlicas, como puede apreciarse en la villa recientemente descubierta en L’Horta Vella (Bétera, Valencia).
LA DISTRIBUCIÓN URBANA
De acuerdo con las prescripciones vitruvianas el agua que llegaba a las ciudades debía distribuirse
atendiendo a tres grados de necesidad. En primer lugar, la destinada a uso doméstico (viviendas y
fuentes), a continuación, la reservada a los edificios públicos, sobre todo las termas y por último, la dedicada a las fuentes decorativas y juegos de agua; de manera que en caso de una pérdida de la cantidad aportada a raíz de una rotura o avería, las restricciones en el suministro comenzaban por los juegos de agua y fuentes decorativas, a continuación las termas y en último lugar el uso doméstico.
Las termas como expresión del ocio urbano había empezado a cobrar fuerza en la Península Itálica a partir del siglo II a.C., a la vez que se incorporaba a las nuevas fundaciones de colonias. En este
sentido, es muy revelador que Valentia ya contara con unas termas en su primera fase urbana con
unas características que concuerdan con los modelos itálicos en boga.
El nuevo régimen político representado por el Principado de Augusto significaría el espaldarazo
definitivo a la inclusión de los baños públicos en los programas monumentales urbanos: Este hecho
se hace patente, tanto en la propia Roma que a comienzos del siglo I ya contaba con 170 instalaciones
de este tipo, como en el gran número de ciudades repartidas por toda la geografía del Imperio, dotadas de más de un edificio para baños. Es el caso de Valentia en su fase imperial que dispuso de al
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menos dos conjuntos enclavados en sendas zonas escogidas en las inmediaciones de las puertas septentrional y meridional y en estrecha relación con el trazado de su calle más importante, el kardo maximus. Los restos de la primera construcción se localizaron entre la actual calle Cabillers y la plaza de
la Reina. Su edificación se remonta a la época del emperador Claudio, a mediados del siglo I y sería
desmantelado en las postrimerías de ese mismo siglo. Vestigios de otro edificio situado en la entrada
norte aparecieron en una excavación realizada recientemente en la calle Salvador. Su fecha de construcción se remonta al siglo II y debió permanecer en funcionamiento hasta la segunda mitad del siglo III. Otro ejemplo de gran interés lo constituye el caso de la ciudad ibero-romana de Lucentum
(Tossal de Manises, Alicante), donde a pesar de las limitaciones derivadas de la falta de un acueducto, dispuso de dos baños públicos; como también son dos los nuevos conjuntos termales descubiertos en Ilici con una clara disposición periférica.
Cisterna tipo de bañera, Tossal de
Manises, Alicante. [Fot. M. Olcina].
Depósito para almacenamiento de
agua situado junto a la torre VIII
del sistema defensivo de la ciudad
prerromana. Su cronología, finales
del siglo III a. C. y tipo constructivo
denotan una marcada influencia
cartaginesa de época bárquida.
Termas grandes y santuario de la Partida de
Mura (Lliria, Valencia).
[Fot. Museo Arqueológico de Llíria].
La civitas edetanorum,
municipio de derecho latino de época augustea,
cuenta con el conjunto
termal más importante de
las tierras valencianas.
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Villa romana de L´Horta Vella (Bétera, Valencia). Siglo II.
[Fot. Josep M. Burriel].
Estructuras correspondientes a la sala con piscina de agua
fría (frigidarium) de un complejo termal perteneciente a un
establecimiento privado rural. Conserva el muro más alto,
4,50 m. en edificios de este tipo en la Comunidad Valenciana. A la derecha se ilustran las letrinas con su sistema de
desagüe y la piscina de agua fría y el pavimento de ladrillo.
Atendiendo al grado de conservación de los restos, no cabe duda que el conjunto de mayor entidad
en tierras valencianas, se localiza en la Partida de Mura en la antigua Edeta (Llíria). Fruto de excavaciones recientes se ha recuperado un complejo constituido por un santuario dotado de un área religiosa
presidida por un templo y unas termas dobles que conservan el circuito de baño completo. Este conjunto podría tener un carácter medicinal y utilizaría el agua como elemento terapeútico, siendo traída
por un acueducto del que se conserva parte de su traza en uno de los extremos del complejo. La datación de esta gran obra en época flavia permite ponerla en relación con personajes locales muy influyentes y poderosos a nivel político y económico, como es el caso de M. Cornelius Nigrinus Curiatus Maternus, mencionado en una inscripción monumental conservada en una mínima parte. El ejemplo
edetano demuestra que las termas pasaron también a engrosar la nómina de edificios englobados en el
fenómeno del evergetismo, término empleado para las donaciones efectuadas por los miembros de las
capas sociales más influyentes con las que se ganaban la lealtad de sus súbditos al mismo tiempo que
elevaban su propio prestigio personal. Dentro de este mismo fenómeno hay que incluir la financiación
de la construcción de una de las termas de Lucentum por parte de M. Popilius Onyxs.
Una consecuencia lógica del enorme calado que tuvo la moda urbana del baño fue su extensión al
ámbito rural, como lo demuestra el elevado número de villas de recreo dotadas de instalaciones que
reflejaban a escala reducida los modelos urbanos. En este apartado cabría destacar las termas de los
Tunos en Requena y el reciente descubrimiento de un frigidarium (baño frío) en L’Horta Vella (Bétera)
con un muro de más de cuatro metros de altura que todavía conserva parte de la cubierta abovedada.
Las fuentes monumentales representaban otro signo de distinción en los paisajes urbanos, de ahí su
situación en puntos muy frecuentados como las calles más importantes, lo que fomentaba la estima de la
ciudadanía, a la vez que proporcionaba un sello de prestigio de cara al elemento foráneo. La Valentia imperial contó entre su programa monumental con una gran fuente, ninfeo, según la terminología de la
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LA CULTURA DEL AGUA • JOSÉ LUIS JIMÉNEZ
Termas de la muralla de Lucentum. Siglo I. [Fot. Archivo MARQ].
Son las mayores termas públicas de la ciudad con una superficie aproximada
de 340 m2. Se dejaron de utilizar en un momento indeterminado del siglo II.
época, situada al borde del kardo maximus casi en su intersección con el decumanus maximus y muy próxima al foro. Esta zona poseía un significado especial al haber albergado previamente un santuario dedicado al culto a las aguas en época republicana. La prueba más evidente de su importancia simbólica radica en que la construcción del ninfeo, a finales del siglo I, respetó la gran cisterna del área sacra
republicana llegando al extremo de hacer coincidir su línea de fachada meridional con la pared norte del
pozo republicano. El ninfeo es un gran edificio de planta cuadrangular, de 21 m de lado, dotado en su interior de un depósito de planta cuadrada de 8 m de lado y revestido con mortero hidraúlico. Dos pequeñas fuentes de escasa profundidad se adosan a la cara interna del muro norte del edificio, quedando adelantadas y alineadas con respecto al depósito central. El ninfeo se completaría con un alto muro
extendido a lo largo del lado meridional y del que no ha quedado rastro, aunque cabe suponer que estaría decorado con la típica sucesión de nichos. Numerosos fragmentos y placas de revestimiento de mármol aparecieron en un vertedero muy próximo de cronología tardorromana, donde también se recuperó
la mitad de un labrum tallado en Buixcarró con decoración floral en el borde interno. Esta fuente estaría
situada en la parte delantera del ninfeo, como se ha reconocido en otros ejemplos documentados.
Dos inscripciones se pueden asociar a este edificio. La primera es un ara recuperada en 1905 con
una dedicación a las ninfas por parte de Marco Valerio Munito como promesa, seguramente en agradecimiento por su salud. La segunda inscripción es una placa fragmentada de mármol blanco aparecida en la Almoina, formando parte del nivel de destrucción del ninfeo, frente a su fachada norte. La
placa estaba dedicada, con sus cargos y títulos honoríficos, al emperador Antonino Pío y debió estar
colocada en un lugar destacado de la fachada norte del ninfeo.
Finalmente, hay que mencionar el hallazgo muy reciente de otro ninfeo en un solar de la calle Sariers de Xátiva, cuyas características y dimensiones ponen de relieve la importancia que llegó a alcanzar el municipio romano de Saetabi.
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